“Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!”. Eso decía César Vallejo en Los Heraldos Negros, en 1918. Hoy, en octubre de 2010, la muerte de Néstor Kirchner me trae esa frase, de golpe tan fuerte y yo no sé.

Porque estos luchadores pasionales y sensibles de su generación no pueden producir indiferencia. La muerte de uno de los mejores presidentes que tuvo este país no puede dejar a nadie indiferente.

Kirchner fue un militante vikingo flamígero y arrollador. A todo o nada. Desde descolgar el cuadro hasta cancelar la deuda. Desde recuperar los ahorros de la gente hasta una ley de medicamentos genéricos para todos los argentinos.

Desde poner en el lugar que merecían las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo hasta hacernos sentir que la política sirve para hacer cambiar las cosas que hay que cambiar. Que no hay fin de la historia.

“Ese hombre que está ahí –dijo alguna vez Cristina–, cambió la historia de la Argentina para siempre.” Con todo lo que eso significa de terrible, pero mucho más de maravilloso, vital y transformador.

* Periodista y directora de Comunicación del Ministerio de Salud de la Nación.