Viernes, 19 de noviembre de 2010 | Hoy
En su Congo natal, Caddy Adzuba está amenazada de muerte. Tiene sólo 29 años y un carrerón abordando el conflicto bélico de su país, en guerra desde 1996. Como periodista, transmite en radio Okapi, creada por Naciones Unidas, donde denuncia los abusos que tienen por víctimas a las mujeres (se calcula una media de 40 violaciones diarias), el uso de niños y niñas como soldados, la falta de libertad de expresión.
No hay disfraz ni complacencia detrás del testimonio de la mujer que integra la red de comunicadoras “Un altavoz para el silencio”. Nacida en la ciudad de Bukavu, al este de la República Democrática del Congo, una de las más beligerantes de la región, Adzuba vio (sigue viendo) demasiados horrores y se hizo presente en el congreso organizado por Ammpe para contarlos.
“Culturalmente, la congolesa no tiene derechos ni libertades. Las periodistas somos consideradas putas haciendo el trabajo de hombres. En las redacciones, acomodamos libros, servimos café. Para probar mi valor, tuve que trabajar como tres. Si un varón hacía una nota económica, yo hacía una económica, una política y una social. Entonces... ¿por qué sigo? Es sencillo: vi lo que ocurre y quiero hacer algo”, explicó en charla exclusiva con Las12.
Como periodista, el progreso de Adzuba fue gradual: “Empecé hablando de la situación de hecho; después amplié a cuántas mujeres habían sido violadas. A los dos años, incorporé los nombres de los violadores y, cuatro años más tarde, la responsabilidad del Estado. Ahora, me encargo de la impunidad porque hay rebeldes violadores que hoy son generales del ejército”.
Valiente, su denuncia excede barreras. Porque la africana –que habla de 5 millones de muertos en batalla, 400 mil menores de 15 años enrolados en la armada y 500 mil mujeres víctimas de violación, más todo de recursos mineros y destrucción total de infraestructura– sabe que la ausencia de intervención por parte de la comunidad internacional no es casual: Responde a intereses de multinacionales. “La sangre de los congoleses está en los teléfonos celulares”, repite –siempre que puede– para explicar que los enfrentamientos están fogueados para extraer y saquear metales que sólo pueden hallarse en Congo y que se usan para fabricar partecitas de los móviles.
Cuando estalló el enfrentamiento, Caddy tenía 15 años y se perdió de su familia. Vagó por la selva dos meses; por las calles, dos años. De la guerra, la marcó a fuego el ensañamiento contra las mujeres: “Sus cuerpos han devenido en campos de batalla. La violencia sexual excede cualquier límite imaginable, al punto de que deberíamos encontrar un nuevo término para explicar lo que sucede. Se han violado bebas de tres meses y ancianas de 89 años. Se han introducido cuchillos y armas, pedazos de vidrio y químicos en las vaginas de mujeres”.
¿Por qué ese grado de ensañamiento contra la mujer?
–Es una estrategia de guerra. Durante el período de dictadura, el país atravesó graves problemas sociales y económicos. Como no se podían pagar los sueldos a los hombres, la mujer se vio obligada a salir y vender en pequeños comercios, hacer un dinero. La cosa empezó a crecer y, sin saberlo, la mujer empezó a ser la potencia económica de la casa y el país. Cuando llegó la guerra, los hombres entendieron que había que destruir esa potencia económica. Y la violación comenzó a usarse como arma de destrucción masiva.
¿Las mujeres denuncian estos hechos feroces que la tienen como única y fatal víctima?
–Todavía existe ese desafío. Cuando una congolesa es violada, el marido, la familia y su comunidad la echan de la casa. Por eso, elige no hablar.
¿Es posible pensar que alguna vez llegará la igualdad al Congo?
–Nada es imposible. Todo depende de cómo se hagan los lobbies y los pedidos, cómo se trabajen las sinergias. En mis diez años de trabajo, he visto una evolución. En este momento, hay mujeres parlamentarias, abogadas y médicas, cosa impensable tiempo atrás. También existen muchos movimientos feministas. Si logramos que nuestros gobiernos impongan buenas políticas, lo lograremos. En 2006, por ejemplo, con la sinergia de mujeres, hicimos una propuesta sobre leyes de paridad, la entregamos al Parlamento y se votó. El periodismo puede cambiar el mundo. Un pequeño mensaje puede transformar muchas cosas.
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