Terminamos el primer ciclo de la Escuela Sociopolítica de Género que se inició como proyecto en el año 2008 y formalmente en el 2009 con el curso introductorio. Nos propusimos una escuela que tuviera los pies en el barro pero la mirada en las estrellas. El barro, es decir la vida, es decir la realidad del país, es decir la política, o sea el continente, nos fue salpicando, cubriendo, a veces enfervorizándonos y otras enfrentándonos. Las estrellas, nuestras utopías, sin embargo, no dejaron de brillar. Silenciosas, provocativas, luminosas y frías, nos siguieron invitando a avanzar. Tuvimos el empeño en continuar a pesar de dificultades. Creímos que era por voluntarismo, que seguíamos por el inveterado setentismo de vincular el pensamiento con la praxis social. Nos equivocamos. Era porque las estrellas nos llamaban desde el fondo de la historia de este continente y esta patria sangrada a seguir creyendo en lo colectivo, en lo multitudinario, en las expresiones de una cultura popular que es la mayor de nuestras riquezas. Seguimos porque docentes y alumnas compartimos la aventura del conocimiento y en esa acción sentimos que hacíamos justicia con los y las héroes de la historia lejana y la reciente.