› Por Flor Monfort
Con la consigna de repensar la pornografía, doce directoras fueron reunidas en Dirty Diaries bajo la curaduría de la realizadora sueca Mia Engberg, quien viene explorando tribus que habitan los márgenes del sistema: transexuales, chicos y chicas que viven en la calle, punkrockers y skinheads son protagonistas de sus indagaciones y siempre, mostrando ese lado B que, lejos de demonizar, intenta documentar con mirada de género. En esta suerte de diarios íntimos audiovisuales, la consigna es mostrar que el placer femenino despliega sus alas mucho más allá del clásico plano corto que propone la pornografía tradicional de pito-culo-pubis depilado-semen en la cara. Hombres y mujeres normales, con diversos fetiches y elecciones sexuales, terminan haciendo una suerte de fiesta para la Vulva, tal el nombre de la banda de ska de la propia Engberg. En un repaso por lo mejor de los cortos, que se pueden bajar de la web, se destaca Skin, de Elin Magnusson: un hombre y una mujer cubiertos con una malla de los pelos hasta los pies. Se chupan, se besan y se masturban sobre el textil que delata el sudor y los fluidos hasta que ella saca una tijera y empieza a descubrir las partes erógenas para terminar, literalmente, descubriendo los cuerpos reprimidos por la lycra. Es hermoso ver cómo los planos se detienen en pajas bien hechas, dedicadas, un gemido más parecido a lo entrecortado del orgasmo y menos a esa especie de aullido que tantos hacedores de porno piensan que tenemos las mujeres cuando acabamos. Ese deber ser del sexo en la mujer está puesto en jaque en DD: en el corto de Wolfe Madam On Your Back Woman varias parejas de mujeres convierten la cama en un match de box y juegan a las piñas en ese galope tan reconfortante que puede venir antes del sexo dedicado. Gritos, lucha y juego entre chicas que se terminan ahogando en las sábanas antes del beso caliente, preludio de un buen garche. Las redes sociales y sus derivaciones de contacto sexual tienen lugar en Body Contact de Pella Kågerman, donde una pareja de chicas elige a un tal Lex Luthor de la marea internética para invitarlo a su departamento a pasarla bien. Lo reciben con la cámara prendida y después de un rato de “sí”, “no”, “me tendrían que haber avisado” del muchacho, una de las dos lo lleva a la cama, lo desviste y se deja pasear por poses de Kamasutra. Cuando se va (prácticamente lo echan, pobre Lex) se burlan de sus gemidos y lo imitan en ese requerimiento tan típicamente masculino de “ponerse en cuatro”.
Pero DD tiene dos capas de sentido: una la de intentar calentar a la audiencia femenina para que, a la hora del encuentro entre ella y su vibrador solitos en la cama, sirva para calentar y tirar una o más rondas de orgasmos. En otra dirección, DD intenta mostrar que no todas gozamos como pide Lex: algunas apelan a fetiches más concretos como el exhibicionismo, otras se copan con el sado, el travestismo o el sexo con comida.
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