Viernes, 20 de diciembre de 2013 | Hoy
Por Camila Gutiérrez Berner *
Mi cronología de Amor a las mujeres parte un poco tarde. Como a los veinte años.
Primero un beso a Catalina M. (sentadas en el pasto. Beso chiquitito eso sí), después uno a Daniela S. (beso grande. Estamos en una cama y me muestra las tetas. No se las toco), luego a Natalia C. (en una fiesta. Es la primera vez que me caliento de verdad) y después después ya no sé (pero se resume en más camas, más fiestas, un campo, varios buses, una carpa, dos playas).
Como parto tarde, tengo que responder siempre a la misma pregunta:
¿Por qué te gustan AHORA las mujeres?
Mis respuestas varían según humor/época del año/clima, pero suelen ser:
a) Porque son ricas.
b) ¿Qué tiene?
c) No sé.
d) Ay, si siempre me gustaron.
Y, mi favorita:
e) Por el trauma Sailor Moon.
Trauma en tres líneas: crezco en una familia evangélica/a los once años amo a Sailor Moon/en la iglesia dicen que mi sailoramor es del diablo porque las quiero más que a Jesús/tengo que botar todas mis laminitas y libritos Sailor/sufro sufro sufro sufro sufro.
La Sailor ausencia duele tanto que dura siglos. Pero la vida, el destino –o como sea que se llame eso– a veces es gentil. A los 21 años conozco a una mujer igual a una Sailor, me enamoro, se enamora y entonces (lo diré en cursi) cierro el ciclo culiao.
Pero ahora es Navidad y la explicación del trauma me aburre. Así que, a la una, a las dos, a las tres, acá va una nueva:
f) Es culpa del día en que Padre le corta la cabecita a la virgen.
Tengo cinco años y lo veo ir hacia la gruta que está en el jardín. En la gruta está la virgen, muy blanca. Padre se acerca, toma su cabeza con la mano y la arranca de un solo tirón (bueno ya. Dos o tres). No sé, lo sabré después, que eso significa que ya no somos católicos. Nadie me dice que ahora somos evangélicos.
Después me doy cuenta. Vendrán las navidades sin regalos porque, cito: “No es tu cumpleaños, es el de Jesús” –lo cual no es totalmente justo porque mi cumpleaños es el 23 de diciembre–, vendrán las ocho mil millones de prédicas en las que escucharé que los católicos son una secta porque adoran a la virgen, que la virgen es un ídolo, que no hay que tener ídolos y bla bla bla ídolo ídolo ídolo, vendrá el día en que Profesor de Escuelita Dominical me dirá que la virgen dejó de ser virgen después de tener a Yisu y que tuvo no sé cuántos hijos y también, claro, vendrá el día en que me dirán que la virgen nunca subió al cielo así como dicen que subió sino que se murió como se mueren las personas.
El mensaje no es muy confuso: la virgen vale callampa. Sirve para ser la mamá de Jesús pero nada más.
Pero supongo que no tan callampa porque con callampa real habría resistencia pasiva, como las cosas que uno olvida porque de verdad no importan. Eso estoy pensando cada vez que vamos con la iglesia a visitar a los abuelos de un abuelero (a.k. a hogar de ancianos) para huevearlos (a.k. a predicarles) cuando están a punto de morirse.
Tía Paulina –esposa de pastor, cincuenta años, guapa, MALVADA– les dice:
–Vamos sacando esas virgencitas de la pared porque al Señor no le gusta eso. Si quieren ir al Reino de los Cielos, saquen esas virgencitas.
Abuelos miran la pared con ojitos consternados. Tía Paulina va y saca las vírgenes. Seguramente no cree en el libre albedrío. Algunos protestan apenas. Yo pienso: “Qué importa virgen o no virgen”.
Pero importa. La no virgen va de la mano con una de las partes de la Biblia que más aman en mi iglesia: “El hombre es cabeza de la mujer”. Jesús, hombre. Dios, hombre. Palomita espíritu santo, muy hombre.
Por eso me da alegría (no tan) secreta que Tía Paulina y Padre –después de siglos de ocultamiento– sepan que les doy beso a damas, que hago choro con choro con damas, que tengo amor con damas.
Y ya no sé si ésta es una buena explicación al porqué de los besos a Catalina M., Daniela S., Natalia C. y los másquebesos a las que han venido después porque parece que no creo en eso de que la prohibición de algo haga que uno ame ese algo. Pero sí creo que, igual que con Sailor Moon, es algo así como una vengancita no buscada (es decir: la venganza más más perfecta).
Posdata: aunque a veces pienso que Tía Paulina y Padre ganaron: siempre escribo Señor con mayúscula y virgen con minúscula.
Otra posdata: igual lo único bueno que me dijeron en la iglesia es que la virgen dejó de ser virgen. Ji.
* Escritora y guionista chilena, ganadora del festival de Sundance al mejor guión por Joven y alocada, un film de Marialy Rivas de próximo estreno en Argentina. Inspirado en la historia real de Camila, una chica de clase alta evangelista autora de un blog, donde cuenta sus aventuras bisexuales.
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