› Por Laura Pardo*
Los jugadores de fútbol de un tiempo (largo) a esta parte son sujetos considerados parte de una farándula con la que antes pocas veces compartieron algo. De la imagen de aquel jugador pobre, de poca educación, de tez oscura, por lo que fueron despreciados por las mujeres blancas y famosas pasaron al extremo de ser hombres modelos que hacen publicidades para marcas reconocidas y glamorosas, hablan más de un idioma, y tienen mucho dinero. No son todos, son unos pocos... pero los suficientes como para crear un nuevo estereotipo de jugador que ahora además cuenta con “botineras”.
Estos deportistas que se han ajustado a las reglas del mercado y a un modo de ser que los integre con el del jet set local o internacional (por llamarlo de alguna manera) buscan mujeres bellas que los acompañen, y si son del grupo de “las famosas”, mucho mejor. Nacen así los galanes de la pelota.
Ahora bien, las generalidades no son buenas. Ni todos los jugadores que están en un club de fútbol son estrellas internacionales, ni modelos, ni tienen mujeres que mueran a sus pies. Sin embargo, ya tienen un cierto no sé qué ganado, especialmente por sus posibles sueldos millonarios o las promesas de tenerlos.
Bajo este marco, los medios narraron, hace pocos días, las historia de una pareja que va al departamento de un amigo para pasar una noche íntima. Son jóvenes, se quedan dormidos, y en la mitad de la noche este amigo viola a la novia de su amigo, en la misma cama donde dormía junto a su novio. La mujer hace la denuncia y, de golpe, todo se hace público.
Es que aquel joven que podría haber salido en un noticiero como un supuesto violador más aparece, no desde su carácter de hombre, sino de jugador de Independiente. Y a falta de uno, hay tres jugadores comprometidos en el hecho. Zárate, el presunto violador; Benítez, el posible entregador o partícipe necesario; y Pérez, que estaba en el lugar del hecho. Pero sobre todo hay una víctima: la joven a quien identifican como Giuliana.
Entonces, el delito cometido se banaliza en los medios. Pasa a ser tratado como uno de los tantos escándalos a los que la farándula nos tiene acostumbrados. Inmediatamente fotos de la víctima se hicieron públicas. En éstas se veía a la joven con poca ropa y en una actitud que podríamos llamar provocativa. Queda clara la intención de mostrar dichas fotos: embarrar su imagen y alentar el prejuicio ya más que conocido de que “ella se lo buscó”. Frases como: “Ves, ves que es una atorrantita”, “y qué querés, si anda semidesnuda”, son traídas al imaginario de la audiencia para velar lo importante: está frente a una violación y nada de esto la justifica.
Tampoco las declaraciones de Zárate se salen de este esquema. El jugador afirma que sí tuvo relaciones sexuales con la novia de su amigo (Benítez) porque ella “se dejaba”. Esta trampa discursiva en la que se coloca a la mujer como alguien pasivo pero a su vez supuestamente consciente de “la relación sexual” intenta también funcionar como una excusa que justifique la violación. Nadie le pregunta al jugador si no se percató de que estaba dormida; por qué tuvo relaciones sexuales precisamente con la novia de su amigo; o bien por qué tener relaciones en la misma cama en la que ella estaba con su novio.
Impacta leer los mensajes de texto de uno de los jugadores: “Decime que no hiciste la denuncia. No quiero que se me pudran las cosas en el club”, le escribió Benítez a la chica y “¿Cómo podemos arreglar?”. A lo que ella respondió: “No quiero saber nada con vos. El único favor que me podés hacer es contar la verdad de lo que pasó y no cubrir a tu amigo, vos no me hiciste nada, ok? No tengas miedo”.
Queda a la vista la superficialidad con que los jugadores tratan el tema. Lo del “arreglo” es el colmo del caso. Un violador y un amigo a quien le violaron la novia, ayudando al delincuente en vez de proteger a su novia, la víctima. ¿Puede la frivolidad de los medios quedarse impertérrita ante estos hechos? ¿Existe también una violación por parte de los medios de lo privado al mostrar las fotos y los tuits o mensajes de texto? Y pasado el escándalo, ¿qué?
Nada más importa que el jugador, su club, la imagen de ellos frente a sus compañeros, al público que lo aplaude en un partido, ¿y ella? La espectacularización del delito por parte de los medios deja una imagen sórdida, fragmentada, y una vez que el escándalo que levanta el rating de los programas que emiten esta noticia baje profusamente, la noticia habrá pasado de largo y a nadie le importará si se hizo justicia.
* Doctora, investigadora del Conicet y profesora de Análisis de los lenguajes de los medios masivos de comunicación, FFYL, UBA
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