Vie 11.07.2014
las12

A ayudar, mi amor

Yanapacuna quiere decir “ayudémonos” en lengua aimara, para la asociación civil que lleva ese nombre significa también, y en muchos casos, “exijamos”.

› Por Roxana Sandá

La “Little Bolivia” de Liniers se enciende desde temprano en apenas algunas manzanas que se escurren a lo largo de un solo corazón, la calle José León Suárez, en cruz con esquinas clave, Ibarrola y Ventura Bosch. Se tocan manta con manta el comercio de ropa hecha en talleres, los productos que bajan las cooperativas, algunas reventas de La Salada, los aromas de las especias reducidos a anécdota al lado de las “planchitas” con chorizo parrillero, banana frita, queso, pollo y huevos fritos. El color y el ruido ambiente saturan las volanteadas de esquina, donde se entregan como eligiendo candidata papeles que dicen “Podemos solucionar tu problema”. La abogada Zulema Montero se queja de ese tráfico “descarado”, porque lo que ofrecen son abortos clandestinos.

“La salud sexual y reproductiva de las mujeres está en riesgo. En Liniers hay un montón de folletitos con direcciones de sitios donde realizar abortos. Tenemos casos terribles, como el de dos hermanas que fueron a un consultorio argentino para provocarse un aborto y además les extrajeron un riñón a ambas, porque el tema del tráfico de órganos también está presente. Las chicas murieron. Y se sigue negando la despenalización del aborto, y está en riesgo la vida de las mujeres.”

Montero lidera la lucha por la igualdad de derechos de la mujer migrante en Argentina y en Latinoamérica, y en la actualidad preside Yanapacuna, una asociación civil que brinda asesoramiento jurídico e integral a inmigrantes cada vez que sus derechos son vulnerados. “Yanapacuna quiere decir ‘ayudémonos’, en lengua aimara. Y a veces ayudarnos significa exigir. En los hospitales y centros de salud algunas piden con más decisión métodos anticonceptivos, pero muchas adolescentes se manejan con yuyos o toman un montón de cosas y van al hospital cuando ya están muy mal. Algunas chicas ni llegan.”

En un circuito cercano operan las bailantas y las radios comunitarias bolivianas que difunden fiestas del fin de semana, donde “van los jóvenes, se consume mucho alcohol, corre la droga y pasan cosas. No tienen educación sobre salud sexual y reproductiva, las chicas quedan embarazadas y los chicos vienen a Buenos Aires con la idea de ahorrar y retornar, pero no lo hacen porque gastan su plata en esos boliches. Están inducidos por el consumo. Hay unas 140 radios, pero ninguna orienta ni difunde derechos. La bailanta es una trampa en muchos sentidos, porque terminan siendo víctimas de trabajo esclavo y ni siquiera regularizan sus documentos”.

El Acuerdo Mercosur que se firmó en 2002, pero entró en vigencia en 2009, permite obtener una residencia legal por dos años mediante la acreditación de nacionalidad, renovable para la residencia definitiva. “A partir de ese acuerdo, miles pudieron ingresar a un trabajo registrado. El problema es que muchos siguen viviendo aquí cinco, seis años indocumentados, porque siempre piensan en volver.”

Mientras cocinan para muchos, trabajan, lavan, crían, llevan y traen de las polleras a chicos propios y ajenos hasta la escuela, las mujeres van creando una sobrecarga a la carga “que no tenían en el país de origen. Muy pocas se reparten actividades con los varones, y creo que todas las mujeres de mi comunidad están en ese plan”. Porque los maridos de la generación 40-60 no son de compartir los quehaceres domésticos. “Hay una arraigada cultura machista que establece con rigidez los roles del hombre y de la mujer, que es aceptada porque creen que eso implica un crecimiento económico. Pero las veo muy cansadas, muy sacrificadas, aunque no lo quieran reconocer. Les digo que deben darse un descanso. Y en muchos casos ocurre que, después de haber trabajado tan duro, el hombre se va con otra.”

Pero la migración se sigue feminizando.

–Y ahora las que emigran son las más jóvenes. Es muy triste porque aquí no hay redes educativas ni de orientación para ellas. Vienen con la esperanza de reunir unos pesos y volver a Bolivia para seguir estudiando, porque la mayoría ya son bachilleres. Pero acá el mercado de las bailantas se las traga. Se vuelcan a la diversión, se olvidan de sus ideales de estudio, se convierten en madres solteras. Quedan embarazadas de vivos que tienen dos, tres niños; imposible sacarles alimentos a esos tipos, que además son de su misma nacionalidad. Un día están en un taller y al otro día desaparecen. ¿Cómo los voy a citar si ya se fueron a otro lugar? No los encuentro más. Y qué hacemos con esta mujer migrante con un bebé, que ni siquiera puede cobrar un subsidio ni volver a Bolivia porque económicamente está pulverizada.

En febrero, la Justicia dictó el procesamiento de 760 imputados por delito de trata en los últimos cinco años, según el informe “La trata laboral en la Argentina. El tratamiento judicial de los casos en el fuero federal”, que elaboró la Procuración de Trata y Explotación de Personas (Protex). De 292 autos de procesamiento, el 28 por ciento corresponde a trata con fines de explotación laboral, principalmente en talleres clandestinos y en quintas de trabajo agrario. “Es un tema grave porque involucra a menores traídas de Bolivia, explotadas y abusadas. Hemos rescatado a muchas, y algunas pudieron reconstruir sus vidas, pero al tiempo vuelven a quedar desvalidas porque cómo hacen para trabajar, rentar una vivienda, pagar su comida. Falta un acompañamiento más fuerte desde el Estado.”

La idea de una Yanapacuna más grande posibilitaría una red de tiempo completo. “Ahora tenemos una psicóloga y una trabajadora social. Quiero conseguir financiamiento que me permita realizar un acompañamiento y contención para esas mujeres los fines de semana. Sábado y domingo son días clave, porque no tienen adónde ir. ¿Qué institución va a trabajar sábado y domingo? ¡Ninguna! Queremos un espacio físico adecuado, con un refugio de mujeres víctimas de violencia y de trata. Y que las niñas que trabajan se capaciten los fines de semana, en un punto de encuentro confiable. Ese es el sueño que tengo.”

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