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Lunes, 13 de mayo de 2002

FúTBOL › TAL COMO SE PRONOSTICABA, RIVER VENCIO 5-1 A ARGENTINOS Y GANO EL CLAUSURA

Crónica de un triunfo anunciado

Parecía que iba a resultar un trámite y al final lo fue. Tras un leve contratiempo inicial –gol de Pisculichi para los visitantes– la Banda se repuso con toque, más toque, y una catarata de goles: empató Cambiasso, lo dio vuelta Domínguez y se lució Cavenaghi con los últimos tres tantos. La fiesta posterior lució tan impecable como la victoria del mejor equipo del Clausura.

 Por Facundo Martínez

Salió a jugar para sus hinchas, para sellar con gloria lo que se olfateaba como la simple excusa para una gran celebración, organizada con antelación y con mucho colorido: la fiesta por la obtención del Clausura. Enfrente estaba Argentinos, golpeado por el triunfo de Unión que lo envió directamente al descenso. Y ganó nomás River, 5-1, con goles muy lindos y jugando bien: ¿qué más se podía pedir? La goleada eclipsó totalmente la desventaja parcial y la bronca momentánea de la gran mayoría de los espectadores, que temieron acaso la posibilidad de un traspié; fue tan sólo un fantasma. Con este título, River sumó ayer el 30º título del fútbol argentino en su historia; de esos 30, cinco los consiguió con Ramón Díaz al frente del equipo.
Contundente y merecida fue la victoria que le aseguró el campeonato a River. Tanto como el explosivo recibimiento del equipo por parte de los hinchas que colmaron las tribunas hasta el límite y que alentaron sin parar hasta el final; bueno, casi sin parar, porque cuando Argentinos abrió sorpresivamente el marcador, la bronca se hizo notar. La suerte pareció quedar echada ya en el primer tiempo, porque River se repuso del golpe del equipo de La Paternal y después lo liquidó: toque, más toque y goles.
El partido fue sencillo: River salió a jugar bastante acelerado y si conseguía llegar fácilmente al área del rival, fallaba en la definición. Cuatro situaciones claras generó antes de quedar atrás en el marcador. Desbordando por la izquierda, cambiando a la derecha para D’Alessandro y desde él, o bien centro, o bien pase al medio para la entrada de Cambiasso, que tuvo dos buenas oportunidades que no prosperaron. Pero el envión inicial le jugó al campeón una mala pasada. De contra, Cogliandro habilitó a Cordone, quien remató sobre el cuerpo del arquero Lux, que no pudo contener y se la dejó casi servida a Pisculichi para que pusiera el 1-0, desventaja que duró unos diez minutos.
Lo cierto es que era injusto ese resultado, porque River proponía y hacía todo a su voluntad. Si bien flaqueaba un poco en defensa, las pocas llegadas de los visitantes fueron bravas, ganaba bien el medio, con una efectiva actuación de Ledesma, y llegaba por los costados con Zapata y Coudet, quienes descargaban para D’Alessandro, el hacedor, para que éste a su vez habilitara a los delanteros Domínguez y Cavenaghi, quienes tras los goles se llevaron todas las palmas.
Los goles de la victoria llegaron de la mano del fútbol del equipo de Ramón. El primero lo marcó Cambiasso, luego de un desborde de Zapata, quien cruzó para D’Alessandro, quien gestó el pase al centro del área, que sirvió porque la tocó Domínguez y le quedó servida al ex volante de Independiente. Después amenazó Domínguez, con un disparo que se fue alto; aunque, casi inmediatamente, en una jugada de pelota parada –toque corto de D’Alessandro–, el ex Quilmes metió un derechazo que se clavó en el ángulo izquierdo de Burela.
Los hinchas ya se sentían campeones y lo que siguió, sirvió más que nada para el delirio y la fiesta. El tercero lo hizo Cavenaghi, luego de una mala salida de Burela tras un centro de Coudet; y el cuarto también fue suyo, después de un desborde de Rojas, quien tras un quite cruzó la mitad del campo y cambió para D’Alessandro. El enganche se la dio a Domínguez para que habilitara al goleador del equipo, que dio la última puntada. El quinto –tercero de Cavenaghi– vino tras un centro del Chori, en el inicio del complemento.
Lo que siguió fue cortesía de River: poco peligro, no más heridas, y cambios, todos los posibles... No hacer leña del árbol caído (por Argentinos, claro).
Lo extraño fue que, de tan claras que estaban las cosas, River comenzó a preparar la fiesta antes del final del encuentro: la pista de atletismo se llenó repentinamente de pibes, de banderas, hasta ingresó un alegretrencito y un camión, con una banda de músicos. Faltaban diez minutos, que nadie vio.

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Cavenaghi supera a Burela y convierte su primer gol de la noche.
 
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