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Lunes, 25 de octubre de 2004

FúTBOL

“Gracias a Diego, soy como el pintor que pintó el mejor cuadro”

Diego Maradona cumple 44 años el próximo sábado 30. Han pasado 36 desde que Francisco Cornejo le tomó la prueba en los Cebollitas de Argentinos. El descubridor de talentos recuerda hoy a aquel pibe que se convirtió en el mejor futbolista del mundo.

Francisco Cornejo, señalado como “el verdadero descubridor de Diego Armando Maradona” en su niñez, lo evocó en aquella época como “un pibe de ocho años que ya era un jugador distinto” de los de su generación. “El jugador nace, ya viene con el envoltorio. El técnico trabaja sobre la naturaleza que trae. Pero cuando aparece alguien con su talento, todo se hace más fácil. Más con el comportamiento que tenía Diego. Era un pibe bárbaro, dócil... un chico maravilloso”, comentó Cornejo.
Es consciente de que él no inventó a Maradona, pero su mérito fue haber sido el artesano que de a poco fue puliendo ese diamante en bruto llamado Diego, cuando era un cebollita. “Tuve la suerte de que me cayó a mí, pero le podría haber caído a cualquiera. ¿Quién no se iba a dar cuenta de lo que era Maradona? Uno lo veía y ya sabía que era distinto”, recordó.
A los 70 años, sentado bajo la lámpara que alumbra el pequeño living de su departamento ubicado en el barrio porteño de Once, rodeado de trofeos, fotos, banderines y otros recuerdos, Cornejo se deshizo en emociones y elogios hacia su tesoro más preciado.
–¿Cuándo fue la primera vez que vio a Maradona?
–A los ocho años, cuando vino a probarse. Lo trajo Goyo Carrizo, que era amigo suyo. A mí me impactó, me llamó mucho la atención... yo pensaba que era un enano.
–No le creía que tuviera ocho años...
–No. Además, le pedimos la cédula para comprobar su edad y nos dijo que no la tenía. Creíamos que nos estaba mintiendo. Aparentaba ocho años, como Goyo, porque era chiquito de físico, pero jugaba como una persona grande. Cuando ratificamos que tenía esa edad, nos dedicamos a vivir para él.
–¿Qué fue lo que más le impactó de Maradona?
–La movilidad, la habilidad, la picardía... Diego era muy vivo. ¿Sabés la cantidad de goles que hizo con la mano cuando jugaba por el pancho y la Coca? Pero también hacía de los otros, eh... como el segundo que les hizo a los ingleses. Siempre sorprendía a todos. Antes de que debutara en Novena, ya venían treinta o cuarenta jubilados a verlo jugar en Parque Sarmiento. Una vez, un viejo, de tan emocionado que estaba, le quiso regalar la bicicleta... Y Diego no quiso. El tenía muchos sentimientos, era muy noble. Y amaba el fútbol. Siempre lo defino de esta manera: “Si Diego está en una fiesta con un traje blanco y le tiran una pelota embarrada, él la para con el pecho”. Es así.
–¿Cómo era de pibe?
–Bárbaro. Estaba pegado a mí, a muerte. No era para nada rebelde. Cuando tenía que enfrentar algo, se volvía bravo. Era un gran compañero. Bah... los pibes de los Cebollitas se querían mucho entre ellos. Y a mí me tenían un gran respeto... Yo era duro, pero siempre tratando de ser justo. Al caprichoso no lo perdonaba. Y Diego no era caprichoso, era un jugador de equipo.
–¿Y cómo era fuera de la cancha?
–Le gustaba mucho bailar, joder con los chicos. Era picarón con las mujeres. En fin, un pibe normal. Lo bueno es que nunca se agrandó... y eso que a los nueve años ya era famoso. Pero no todas fueron rosas, ¿eh? Había gente que lo criticaba, que decía: “Como este negrito tenemos varios, es muy chiquito... no va a llegar a nada”.
–En el ambiente del fútbol amateur se hablaba mucho de Maradona. Más de una vez se lo habrán querido robar...
–Sí, pero hizo bien en no agarrar. Argentinos fue la cuna y el trampolín de su fama. Menos mal que no fue a River cuando lo vinieron a buscar al campo deportivo Las Malvinas. Ahí mismo me lo quisieron robar. Pero yo le advertí a Don Diego: “Mire que allá en River hay acomodos... y acá, Diego es Diego. Por ahí la arruina”. Y me hizo caso. El destino estaba marcado.
–Usted llegó a hacerse muy amigo de la familia Maradona. ¿Influyó la pobreza en la formación futbolística de Diego?
–No. Diego era pobre... claro que era pobre. Vivía en una villa, pero el padre se mataba y la comida no le faltaba. La ropita que usaba era humilde, pero siempre estaba bien limpito. Los padres me lo entregaron y confiaron en mí. Yo creo que no les fallé, ¿no? Yo le dije a la madre: “Doña Tota, quédese tranquila que éste los va a salvar a todos”. Y Doña Tota me dijo: “Dios lo oiga, Don Francis”. Y Dios me oyó... hasta eso adiviné. ¿Cuánto valdría Diego ahora? ¡Millones!
–¿Tiene algún reproche hacia Maradona?
–No. Ni antes ni ahora. No soy quién para criticarlo cuando ya es un hombre. Además, tuvo una vida muy especial. ¡Hay que estar ahí, hay que vivir lo que vivió él! Yo no me puedo quejar. Muchas veces me preguntan: “¿Pero cómo, a vos no te ayudó, no te dio plata?”. Yo ya me siento pago por haberlo descubierto. Yo soy lírico, ni el tipo que me tenga más bronca puede dejar de reconocer que soy un desinteresado a muerte. Yo jamás tuve coche, ni bicicleta... siempre fui humilde, pero soy feliz con lo que hice. Es difícil que me crean, pero Diego sabe que “Francis” es así. Tengo necesidades económicas como cualquiera y el lirismo no me sirve de nada cuando voy al almacén. Pero no tengo nada que reprocharle a ningún jugador, al contrario. A Diego tengo que agradecerle porque me hizo muy feliz. Gracias a él, yo soy como el pintor que pintó el mejor cuadro. Me puedo morir tranquilo. Mi vida fue buscar valores y tener la visión para encontrar pibes que prometieran. ¡Y tuve la suerte de encontrar al mejor!
–¿Usted imaginaba que Maradona iba a llegar a ser una estrella mundial?
–Y... uno no imaginaba tanto. Yo sabía que era de otro planeta, una maravilla del fútbol, pero no pensaba que iba a llegar hasta donde llegó.
–¿Nacerá algún día otro Maradona?
–Sí, ¿por qué no? Apareció Di Stéfano, apareció Pelé, apareció Maradona... va a aparecer algún otro. A lo mejor yo ya no voy a estar vivo para verlo, pero va a surgir.

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Francis Cornejo, en su ultima aparicion con alumnos de la escuela Deportea.
 
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