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Cualquier cacatúa
Por Diego Bonadeo
El “Negro Cele” (Flores, Celedonio Esteban) los describió con la premonitoriedad de los visionarios en “Corrientes y Esmeralda”. Después de que “amainaron guapos junto a las ochavas cuando un cajetilla los calzó de cross...” recuerda que “cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlitos Gardel...”.
No se sabe bien cuándo empezó la historia, pero hay síntomas que aparecieron cuando merodeadores de boxes de Fórmula 1 usaban pilchas de pilotos, periodistas vinculados con el fútbol caminando, vistiéndose y hasta peinándose como los jugadores, mientras que cualquier chichipío o chichipía se disfrazaba de tenista los sábados por la mañana para deambular por shoppings y supermercados, con los nenes y/o las nenas –también disfrazados– de la mano.
Es probable que aprovechando el verano, y más que el verano las vacaciones, y para qué hablar o escribir de los próximos carnavales, la camiseta “Macri-Nike” que Boca estrenó contra Racing, la azul con la banda amarilla, marketinee las calles argentinas a corto plazo. Porque la única consigna será, sin dudas, vender indumentaria. Y uno arriesga a más. A hinchas de cualquier cuadro.
Es que desde la generalizada globalización de que cualquiera pueda ponerse la camiseta del que fuere –por nuestras plazas y paseos es común ver hombres y mujeres disfrazados de rugbiers neocelandeses (con la casaca de los All Blacks) o de polistas argentinos (con las de Chapaleufú, La Dolfina, La Aguada y demás) o de futbolistas cariocas (usando la tradicional camiseta a rayas negras y rojas de Flamengo) o catalanes (la símil San Lorenzo de Barcelona)–, la sociedad de consumo le ganó por goleada a la identidad.