FúTBOL
Para el Clausura,
Boca ya lo tiene claro
Por Daniel Guiñazú
Apenas una semana después de terminado el Clausura, predecir lo que puede llegar a suceder en el Apertura por venir, dentro de un mes, requiere un ejercicio de febril imaginación. Es casi imposible internarse en un vaticinio medianamente serio hoy, cuando la mitad de los equipos estrenará técnico, y cuando la mayoría de los planteles no sólo lejos está de haberse integrado, sino que es muy probable que se complete recién en la semana previa, una vez que se aquieten los hervores del mercado de pases y pueda irse comprando o alquilando jugadores a precios algo más razonables.
Boca es el único de los 20 clubes de Primera que, por ahora, tiene todo claro. Adquirió lo que quería, se llevó a algunos de los mejores valores de plaza y el ambiente ya le ha colgado el cartel de candidato excluyente. Para algunos, el Apertura será un trámite, y Boca, el obvio campeón. Pero, de cara a esa vuelta olímpica en diciembre que tantos descuentan, surgen ciertas dudas. Otra vez y como antes, desde el propio frente interno boquense.
La voracidad y el ansia de figuración global de Mauricio Macri han pergeñado una arrasadora gira de pretemporada que, a partir de esta semana, llevará al equipo de Basile hacia Corea y Holanda, donde habrá de jugar torneos tan lucrativos como intrascendentes. Boca traerá dos millones de dólares en sus valijas. Pero para conseguirlos exprimirá al límite el físico de sus jugadores. Además de la lógica fatiga deportiva, el paseo por Oriente y Occidente, con sus consiguientes cambios de horarios y alimentación, hará sentir sus efectos, sin dudas, a fin de año, a la hora de definir el título local (objetivo prioritario para garantizar el regreso a la Libertadores 2007) y la retención de la Copa Sudamericana. Lo dijo Basile en la conferencia de prensa del último viernes en Tandil: en este segundo semestre, Boca habrá de jugar 31 partidos, más que cualquier otro conjunto argentino en ese mismo lapso. ¿Podrá aguantar semejante desgaste? El año pasado no pudo, y el prematuro agotamiento fue, entre otras, una de las causas de la temprana partida de Brindisi, por más que luego se haya ganado el premio consuelo de la Copa Sudamericana.
Pero no es éste el único riesgo que afrontará Boca en una ruta que la mayoría presupone triunfal. La presencia de Maradona, ahora con voz y voto en cuestiones futbolísticas, suma un dato nuevo e incierto. ¿Adoptará Diego un perfil público bajo, acorde con sus nuevas responsabilidades? ¿Reservará el peso inmenso de sus opiniones a la intimidad del plantel y al diálogo reservado con Basile? ¿O saldrá a vomitarlas a los medios, no bien los periodistas amigos exciten su teléfono celular? Sus dichos y hechos, ¿aportarán respaldo y soluciones a los jugadores y al cuerpo técnico o nada más que ruido mediático? ¿Qué pasará si el proyecto suyo y de Basile arranca con el paso cambiado? ¿Dará un portazo si discrepa con Macri o con algún otro dirigente de menor cuantía? Sólo el futuro habrá de darles respuesta a estas preguntas. Pero algo aparece claro cuando la pelota todavía no ha empezado a rodar: para ser el candidato de casi todos, Boca deberá dar muchas pruebas, algunas no futbolísticas. La primera será mirarse al espejo.