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Lunes, 12 de junio de 2006

FúTBOL

Empezando a terminar

 Por Juan Sasturain
Desde la casa

El acertijo es tonto: ¿hasta dónde se puede entrar en un bosque? La respuesta trampea sin mentir: hasta la mitad; porque a partir de ahí ya no se entra, se empieza a salir. Cabe una pregunta de algún modo equivalente: ¿cuándo empieza un Mundial? La cuestión es similar a lo que pasa en el amor o en la hidrografía, donde es mucho más fácil determinar el final que localizar el principio. Hay quienes dicen, en buena lógica, que las Eliminatorias son parte del Mundial. En ese sentido, lo que estaríamos viendo desde el 9 de junio sería sólo la etapa final de ese largo proceso. Otros, a la inversa, sostienen con igual énfasis que el Mundial-Mundial todavía no empezó, que las zonas son un aperitivo, una prolongación tramposa de las Eliminatorias concebida sólo para limpiar el cuadro principal de indeseables y quedarse sólo con los mejores. Ellos sí –esos dieciséis y a cara de perro– se jugarán a matar o morir por quién sube y gana y llega al tope de la escalera tras ganar los últimos cuatro partidos, los únicos que corresponden a lo que podríamos denominar “la hora de la verdad”.

Sólo la NBA yanqui, entre los deportes espectáculo, ha conseguido un equilibrio notable de interés y encastre indisoluble entre las dos instancias sucesivas de resolución, “la fase regular” y “los play-offs”. Además, el sistema de la serie de partidos convierte cada mano a mano en un minitorneo que en teoría reduce al mínimo las posibilidades de “injusticia” a la hora de erigir al mejor. El campeón ha jugado reiteradamente prácticamente con todos los mejores. El tenis de Grand Slam, en cambio, deja un margen mucho mayor para lo azaroso, las circunstancias puntuales, las variables libres.

Todo esto viene al caso porque, haciendo justicia, es cierto que para poder estar donde estamos hoy, dirigió a Argentina en las Eliminatorias un rato largo el Loco Bielsa, jugaron y pusieron Zanetti, D’Alessandro, el Hueso Galletti, el Chelito Delgado, Figueroa, Mauro Rosales y otros que no recuerdo, pero que tampoco están... Su destino mosaico –llegar hasta el linde y a la vista de una Tierra que no pisarán– es de algún modo lógico, comprensible, pero por eso menos doloroso. No cabe duda de que se merecen ser parte. Y lo son, qué duda cabe.

A la inversa, pareciera que así como hubo a quienes les tocó ser jugadores “de Eliminatorias”, hay otros que puede que estén siendo considerados jugadores “de octavos en adelante”. La idea no me resulta práctica, ni agradable de digerir. Creo, modestamente, que en estas instancias –para ganar el Mundial hay que jugar siete partidos contra otros tantos equipos diferentes, de los cuales, al menos cinco estarán entre los mejores del mundo– cada partido debe ser concebido en tanto absoluto, como si fuera el último. Creo que hay que hacer lo mejor cada vez y poner todo, sin especular, creyendo en lo que se tiene entre manos. Espero no tener que esperar un ocasional resultado desfavorable para ver al equipo y a los jugadores que el buen gusto y sentido futbolero –con ligeras variantes– pide ver jugar. Es decir: cada día, el Mundial termina un poquito. Ya entramos y también empezamos a salir. José, con el antecedente increíble de Ferraro, te lo pido: que el bosque no te impida ver el Messi.

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