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Lunes, 3 de julio de 2006

FúTBOL › COMO NO SUCEDIA DESDE ESPAÑA 1982, LOS CUATRO SEMIFINALISTAS DE LA COPA DEL MUNDO SON DE ESA PROCEDENCIA, AUNQUE LOS ESTILOS SEAN DIFERENTES

Europa se reparte la torta del Mundial

 Por Juan Jose Panno
Desde Nuremberg

ALEMANIA

Un tremendo amor propio

Tienen un preparador físico, el norteamericano Mark Verstegen, que viene trabajando el equipo técnico desde más de un año. El hombre, por cuyas manos pasaron esquiadores, beisbolistas de primer nivel y hasta el tenista Andre Agassi, elaboró un plan de trabajo de ejercicios diarios para 40 jugadores preseleccionados. Las imágenes de jugadores corriendo con las piernas atadas o sobre sofisticados aparatos ya no sorprenden. Querían, según el entrenador Jurgen Klinsmann, “agilidad y velocidad para acompañar la fortaleza intrínseca de los jugadores”. Pero no deben haber trabajado la resistencia porque en el partido de cuartos Argentina terminó mucho más entera.

Tienen un médico, Müller Wohlfahrt, que les da a los jugadores pastillas concentradas de cresta de gallo, aletas de tiburón, plasma de ternera y otros elementos vigorizantes que no pertenecen al grupo de sustancias prohibidas.

Tienen un espía, Urs Siegenthaler, parte del cuerpo técnico, que estudia a los rivales en colaboración con un profesor de Colonia que le graba todos los videos con detalles de toda clase, lo que permitió que el arquero Lehmann tuviera información vital: un papelito con datos sobre cómo pateaban los jugadores argentinos.

Si ganan el Mundial, muchos van a decir que es el triunfo de la ciencia y la tecnología multidisciplinaria, pero seguramente sus voces serán tapadas por las de quienes aclamarán a los goleadores Lukas Podolski y Miroslav Klose, al estratega Michael Ballack, al brillante centrocampista Torsten Frings y al lateral Philipp Lahm, las verdaderas figuras del plantel.

Alemania pasó la primera fase al trotecito: le ganó 4-2 a Costa Rica, 1-0 a Polonia y 3-0 a los suplentes de Ecuador, y en cuartos, después de liquidar 2-0 a Suecia, se encontró con Argentina, que lo superó en largos pasajes del encuentro, pero no en la definición por penales.

Tienen la ventaja de ser locales, un poco de ayuda de los árbitros y un tremendo amor propio.

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ITALIA

La Armada Branca-Lippi

El equipo llegó al torneo en silencio, tratando de pasar inadvertido, y de no dejar ningún resquicio para que se lo relacionara con la corrupción de las apuestas clandestinas que envuelve al fútbol local. Y acaso para demostrar inocencia y hacer creer que no tenían vinculación ni con la mugre de hoy ni con la tradición del catenaccio de siempre, ni nada de nada, jugó un interesante y vistoso partido de fútbol contra Ghana.

Marcelo Lippi dejó a Gattuso en el banco, anunció que la gente se iba a divertir y así fue: Italia ganó y gustó, aunque a los conservadores no les cayó nada bien que los africanos hubieran tenido su momento en el partido. En la segunda presentación empataron con el escuadrón de atléticos jugadores norteamericanos y como no hubo juego ni triunfo rápidamente se recurrió a la vieja escuela. Lo que ellos llaman “La Nostra”. En el tercer partido la pasaron mal al principio, pero después del fenomenal cabezazo de Materazzi, que había entrado por la lesión de Nesta, desplegaron todos los capítulos del manual de la defensa fuerte y el contraataque fulminante y liquidaron el juego con oficio.

Con Totti en el banco, sufrió muchísimo el encuentro de los octavos de final del Mundial. Australia, un equipo tan fuerte y atlético como Estados Unidos, que gracias a Guus Hiddink matizó lo suyo con un nuevo gusto en el manejo de la pelota, lo puso en aprietos. Cuando se terminaban los 90 minutos e Italia, que estaba con diez por la expulsión de Materazzi, parecía perder resistencia física, llegó un contraataque y un supuesto penal a Grosso, del que todavía se sigue hablando. A los italianos los habían afanado en el último Mundial; el español Medina Cantalejo les devolvió algo. Totti, que había entrado un rato antes, hizo lo que tenía que hacer con un remate impecable e Italia se metió en los cuartos. Les tocó Ucrania que había llegado ahí medio de casualidad, tras eliminar por penales a Suiza. Shevchenko y diez más tuvieron un poquito de mala suerte y cometieron un montón de errores y la fábrica de contragolpes mejoró su producción: 3-0. Aquí están con un arquero, Buffon, que parece imbatible, con Totti como estandarte, con Luca Toni que parece haber encontrado la senda del gol, y con una legión de soldados de mediocampo y retaguardia para sostener una gran ilusión.

Y sueñan con repetir el 3-0 de la final del ’82 en Madrid. En silencio, eso sí.

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FRANCIA

Sudamericano por adopción

Es el equipo más sudamericano de los cuatro, el que más cómodo se siente manejando la pelota, el de mayor riqueza técnica individual, el que menos vorágine le imprime al juego por la veteranía de algunos jugadores, el de más experiencia mundialista. De hecho, Barthez, Thuram, Zidane, Henry, Vieira, Trezeguet pertenecen a la vieja guardia del cuadro que se consagró campeón del mundo en el ’98. En este Mundial empezó mal, empató con Suiza, igualó con Corea del Sur y ya en zona de riesgo se clasificó al superar 2-0 a Togo, sin discusiones, sin Zidane en la cancha, ausente por doble amarilla. Antes de ese partido, el presidente Jacques Chirac hizo un llamamiento oficial: “Tenemos que estar unidos, sin fisuras, orgullosos de nuestro equipo y de nuestro porvenir”. Los diarios les dedicaban mucho espacio a las divisiones internas y al enfrentamiento de algunos jugadores con el técnico Raymond Domenech.

En los octavos de final se cruzó con el agrandadísimo España y resolvió el pleito sin mayores dificultades. Perdía 1-0 con un penal que convirtió Villa, pero en ningún momento se desesperó y fue imponiendo lentamente su juego. Empató Ribery en el primer tiempo, aumentó Vieira en el segundo con un cabezazo y le puso el broche con un enganche extraordinario de Zidane, que dejó colgado de una liana a Tarzán Puyol, para cruzar la pelota a la red en la que también quedaron envueltos todos aquellos que habían pedido su jubilación. Más de 22 millones de televidentes contemplaron en Francia cómo se había rescatado la moral de la tendencia declinológica, neologismo que utilizan para resumir la crisis del país después del no a la candidatura de París para los Juegos Olímpicos, y del no a todas las reformas políticas propuestas.

En cuartos de final no se asustó de los pergaminos ni de los fuegos artificiales de los brasileños y les dio a tomar de la medicina que hizo grandes a los mejores cuadros brasileños: el toque. Zidane, en una actuación soberbia (seguramente la mejor de un jugador en el torneo) dirigió la batuta y Henry ejecutó el remate definitivo. Ganó antes de los 90 minutos, llega fresquito, anímicamente muy bien. Tiene un problema: aunque sólo le hicieron dos goles en cinco partidos, el arquero Barthez amenaza siempre en convertirse en el mejor delantero de los contrarios.

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PORTUGAL

Los malos de la película

Cuando les cobran un foul lloran como en el fado más triste de Amalia Rodrigues; cuando pegan patadas miran con cara de inocentes y dicen ser más buenos que el alfarero de La caverna de Saramago; cuando se arma lío dicen “yo, portugués”. Son los malos de la película mundialista y de la mano de Luiz Felipe Scolari, un brasileño increíblemente parecido a Gene Hackman, mucha calle, mañero viejo, llegaron a las semifinales del Mundial, y ni se les cruza por la cabeza la idea de jugar por el tercer puesto, con lo que, en realidad, podrían darse por satisfechos. Van por más, quieren más. Bajaron a Holanda, en la batalla de Nuremberg de octavos, eliminaron por penales a Inglaterra después de dos horas intensas y ahora quieren limpiar a Francia para viajar el 9 de julio a Berlín, a jugar la final.

El técnico campeón del Mundo con Brasil en el 2002 se tomó un año sabático después de aquella conquista y aceptó dirigir a los portugueses antes de la Eurocopa del 2004. Mostraron un juego irregular y, de locales, perdieron la final con los mezquinos griegos, un equipo mediocre y sin vuelo. Entonces empezaron a surgir las voces disidentes que pedían un cambio de entrenador. Scolari (Felipao para el mundillo del fútbol) se mantuvo en su cargo. Antes del Mundial, Figo salió a defenderlo públicamente: “Si se va Scolari retrocedemos veinte años”, dijo. Hoy este gaúcho de 59 años es poco menos que un Dios para los hinchas portugueses.

En la primera fase del Mundial, los portugueses se clasificaron invictos, después de vencer sucesivamente 1-0 a Angola, 2-0 a Irán y 2-1 a México. Pudieron ser rivales de Argentina si perdían contra México, pero ellos preferían a Holanda. Allí se pusieron 1-0 y cuando el partido se puso bravo, pegaron, hicieron tiempo y ensuciaron todo, con la complicidad del árbitro y también de los holandeses que entraron en el juego bélico. Con Inglaterra, beneficiados por la expulsión de Rooney, fueron a buscar el partido pero no pudieron quebrar la resistencia rival. Y hasta pasaron por algunas situaciones de apremio sobre el cierre de los 90 minutos y también en el alargue. Ganaron en los penales porque tienen un arquerazo, Ricardo, y porque patearon mejor.

Son ordenados, prolijos en la marca, se paran bien en el medio con Deco y dependen arriba del fútbol que puede generar Figo, que está haciendo un gran Mundial. Golpeado tras el encuentro con Inglaterra, al volante del Inter lo cuidan como a un bebé para que el miércoles pueda jugar.

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