FúTBOL › PINTURAS DE LO QUE DEJO EL PRIMER BOCA-RIVER DEL AÑO
La importancia de Riquelme y Ortega, los dispares debuts de Cáceres, Abreu, Archubi y Cabral, el problema de funcionamiento del esquema de Simeone. El triunfo del equipo de Ischia dejó mucha tela para cortar, al menos hasta que se vean las caras dentro de seis días en Mendoza.
Por Facundo Martinez
Expectativa. El primer superclásico del año estuvo a la altura de las expectativas, porque los dos equipos se tomaron el trámite con seriedad y dejaron a un lado el hecho de que éste formaba parte del Pentagonal de Verano, un torneo que, tanto a la gente de Boca como a la de River, parece interesar poco y claramente menos que al resto de los participantes. Fue un superclásico con todas las letras. A cancha llena, con fiesta en las tribunas, y con dos equipos con ganas de mostrar si es convicciones, de exhibir las armas veladas durante la previa, pero, sobre todas las cosas, con evidente voluntad de triunfo.
Cáceres. Por presencia, fue entre los debutantes el que mejor jugó el superclásico. Aportó su experiencia, dio tranquilidad a la última línea boquense y se mostró sólido y rápido cuando le tocó salir jugando. Bien en los anticipos y mejor en los cierres. Una gran incorporación. Entre sus otras virtudes, demostró inteligencia, trabajo y sacrificio para meterse de lleno, y en muy pocos días, en el “mundo” Boca. Sin dudas se extralimitó en su duelo personal con Ortega, a quien intentó contrarrestar con un codazo descalificador. Cierto es que el Burrito, ex compañero suyo en River durante 2006, había pegado primero, pero la acción de Cáceres bien pudo valerle una tarjeta roja. Un costo demasiado alto para un vendetta también demasiado mínima.
Román. Si bien en el vencedor hubo jugadores que se destacaron sobre el resto, como por ejemplo Battaglia o el paraguayo Cáceres, fue la estrella de Boca, Riquelme, el que marcó la diferencia. El y Palacio fueron blanco de casi todas las faltas, pero el diez se destacó con las jugadas de pelota parada. Su gran pegada sembró miedo en el arco de River. Sus constantes exigencias al arquero Carrizo, con tiros de esquina que golpeaban la puerta del arco, lejos de mermar con el correr de los minutos, terminaron provocando el segundo tanto de Boca. Lo definió Palermo con ayuda del travesaño, luego de que a Carrizo se le quemaran los guantes con otro envío picante de Riquelme en una jugada de tiro libre. Su festejo, con revoleo de remera a la hinchada, fue por demás elocuente. Riquelme estaba feliz por el resultado, pero sobre todo por su regreso triunfal al club que pagó por su pase 15 millones de dólares, una cifra imposible para los valores del marcado argentino.
Esquema. En la prueba, fue River el que más arriesgó. Para los titulares del equipo de Diego Simeone se trató del primer partido competitivo en lo que va del verano –al menos los titulares de Boca habían jugado el partido contra San Lorenzo– y el primero también con el novedoso esquema táctico que propone el flamante DT del club: 3-3-3-1 (o 3-3-1-3, como lo presenta el propio Simeone). Si bien la idea de contar con cuatro delanteros resalta el interés ofensivo del planteo, el hecho de que este esquema se coma a jugadores como Ferrari, quizás el mejorcito entre los defensores, y a Falcao, el goleador del River en el último Apertura, parece un costo demasiado alto, sobre todo cuando la idea de base pasa también por la cuestión anímica y la motivación de las individualidades. Hasta el primer gol de Boca, River había atravesado su mejor momento en el partido: era vertical, veloz y desnivelaba. Pero atrás, en el fondo, sólo conseguía cortar los avances de Boca con faltas y eso no es una buena señal.
Revancha. La pregunta del millón es si Boca, con la victoria del sábado en el bolsillo, jugará ahora la Copa Desafío, en Mendoza, con todo su poderío. Si bien este partido no forma parte del Pentagonal, que terminará mañana con River-San Lorenzo, se lo suele tomar como una revancha al primer superclásico del año. Es obvio que River necesita seguir rodando a su formación titular, que encima ve en este próximo encuentro la inmejorable oportunidad para entregarle algo positivo a su hinchada. Pero para Boca, que ya sabe que no contará con Riquelme puesto que se irá con la Selección, la cosa es distinta. Ya ganó y ahora le queda todo servido para presentar en Mendoza su formación alternativa. Si Boca vuelve a ganar con suplentes, el de Ischia será el verano soñado; y si pierde, ya está y listo, porque los titulares fueron ganando tiempo y preparación para empezar a jugar por los puntos.
Ortega. La imagen que entregó Ortega en los primeros minutos del partido se correspondía con la que había mostrado en la previa, cuando imaginaba a un River sólido y eficaz, enchufado y capaz de “pasar por encima a Boca”. Sus gambetas, sus cambios de ritmo y su empuje fueron claves en los momentos en los que su equipo consiguió un claro dominio del partido; pero su imagen se fue desdibujando y, detrás de él, lo mismo sucedió con el resto de sus compañeros, después de que Boca consiguiera los goles que le dieron el triunfo.
Debutantes. Abreu, Archubi y Cabral, los otros debutantes, no hicieron un buen papel. El delantero uruguayo, sobre el que Simeone depositó grandes expectativas, prácticamente no pateó al arco, algo poco habitual para un centrodelantero, aunque tiene como atenuante el hecho de que la pelota no llegara nunca redonda. Apenas mostró algo de lo que ofrece cuando le tocó bajar alguna pelota en el área, que siempre tuvo a un compañero de equipo como destinatario. Cabral cometió más faltas que aciertos, se ganó una amarilla que lo condicionó, y tuvo dificultades para marcar tanto a Palacio como a Palermo. Y Archubi fue el más flojo de todos. Si bien, se sabe, tiene condiciones, poco pudo hacer en la cancha después de que Boca retomara el control del partido.
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