Antes de empezar un campeonato, cuando se conoce el fixture, lo primero que miran los hinchas típicos de Huracán es en qué fecha se juega el clásico. Para ellos ése es el partido y ya lo empiezan a palpitar desde el sorteo. Los de San Lorenzo, en cambio, tienen, en estos tiempos, otras prioridades: ganar el campeonato, rendir la asignatura pendiente en la Copa Libertadores, mantener la paternidad sobre Boca, jugarle de igual a igual a River. En esta ocasión les importaba el partido, claro, pero no tanto como a los de enfrente, que tiñeron de blanco y rojo su domingo. Medio Parque Patricios se mudó a La Paternal, gritaron hasta la afonía, celebraron la conmovedora entrega de los jugadores y aplaudieron más cuando terminó el encuentro, conscientes de que el equipo había sido un poco más en el balance final.

Al partido le faltaron gambetas, pases en cortada, paredes y jugadas claritas, pero le sobró entusiasmo, pierna fuerte, centros con sensación de peligro y ansiedad por cada pelota que caía (y caían muchas) en una de las áreas.

En esa cancha, los arcos parecen estar tan cerca como la pierna de un rival que corta, quita, anticipa y obliga a volver a empezar.

Dentro de ese panorama, en el que siempre lució más el marco que el cuadro, Huracán metió algunas brochazos que colorearon tanto juego opaco. Las tres más claras tuvieron como protagonistas a los dos delanteros locales. En la primera, Franzoia armó una buena jugada y lo dejó a Nieto cara a cara con Orion, pero desvió el remate porque el arquero lo atoró bien. En la segunda, el arquero se redimió del macanazo del jueves por la Copa con un paradón impresionante ante un remate a quemarropa de Nieto. Y en la tercera, Franzoia pescó una bocha que boyaba en el área y le dio de media vuelta, apenas desviado. En esa misma jugada, Bottinelli agarró de la camiseta a Nieto en un claro penal de ésos que normalmente no se cobran y que Collado, para no ser menos, no cobró.

Las tres jugadas fueron en el primer tiempo, la etapa en la que mejor se movió Huracán. San Lorenzo pareció pararse mejor en el segundo tiempo con las variantes ensayadas por Ramón Díaz (Aureliano Torres por Chávez, Tula por Acevedo, corriendo a Adrián González a la posición de volante por la derecha), pero no logró inquietar demasiado a Barovero. Al menos no más de lo que lo había hecho en el primer tiempo con un cabezazo de Silvera y un disparo de D’Alessandro, que resultó débil.

Las insinuaciones de los visitantes en el arranque del período complementario no duraron demasiado y el juego se hizo trabado, confuso, friccionado. Metía Alvarado y metía el doble Barrientos. Rechazaba largo Domínguez y la volvía a la troya Bottinelli. Y entre foules, centros, fricciones, agarrones y reclamos, el partido se fue de largo y se llevó a la rastra a Barrientos y a D’Ale-ssandro, expulsados.

El empate le dejó un mejor gustito a Huracán. En la balanza pone que no perdió; que con jugadores técnicamente inferiores fue, por momentos, superior y que el rival se desacomodó en el torneo local.

Como contracara, San Lorenzo lamenta demasiadas cosas y entre ellas el gran despliegue físico de los mismos hombres que en la semana jugarán en las alturas de Quito.

Estadio: Argentinos Juniors (local Huracán).

Cambios: 55m A. Torres (5) por Chávez (SL); 60m Toranzo por Zarif (H): 68m Tula por Acevedo (SL); 77m Bergessio por Menseguez (SL), 83m Nadal por Poggi (H) y 85m Guerra por Franzoia (H).

Incidencias: a los 90m fueron expulsados Barrientos (H) y D’Alessandro (SL).