Lunes, 16 de junio de 2008 | Hoy
FúTBOL › EMPATE DE LA SELECCIóN ARGENTINA EN UNA ACTUACIóN QUE DESILUSIONó
Un gol de Palacio en el tiempo extra le dio a la Selección Argentina el empate ante Ecuador, que se había puesto en ventaja con un golazo de Urrutia. El equipo de Basile quedó enredado en la telaraña que tejieron los prolijos rivales, y no jugó bien.
Por Juan José Panno
La pelota viene de atrás jugada al ras del piso y en el último tramo se suceden un par de toques precisos y de primera, antes del taco del delantero que le abre el camino al volante, que llega lanzado y desde la línea del área le pega con potencia, colocando la pelota arriba, contra el travesaño, dejando sin chance al arquero rival. Golazo. Pudo ser uno de los encuentros soñados entre Agüero, Messi y Riquelme o Verón. Pero la realidad es que fue una jugada en la que participaron Castillo, Ayoví, Tenorio (el del taco) y Urrutia (el del remate tremendo). Gol de Ecuador.
La pelota viene desde el fondo lanzada casi con desesperación por el arquero, cabecea un delantero, cabecea otro y un tercero –cuya entrada sonó a manotazo de ahogado– patea al medio, sin mucha potencia, el arquero no puede retener y la pelota se mete mansa en el arco. Pudo ser el gol de Ecuador que concretara como excelente resultado un empate en el Monumental. Pero fue en realidad el gol de Argentina. El pelotazo había sido de Abbondanzieri, el primer cabezazo de Cruz, el segundo de Agüero y el remate de “Salvador” Palacio que no pudo contener Cevallos. Iban 48 minutos del segundo tiempo, el fugaz grito de desahogo apagó los silbidos que se venían irremediablemente por la floja actuación del equipo.
Los goles y sus circunstancias explican un partido que salió muy distinto de lo que se esperaba. La Selección que se suponía técnicamente superior jugó muy por debajo de lo que puede. La que está en los últimos puestos en la tabla de las Eliminatorias, y se supone inferior, hizo, además de un golazo, un planteo inteligente: fue ordenada, prolija y defendió sin pegar. El local terminó festejando el empate y el visitante, que antes del partido habría firmado el empate, lamentó el 1-1 final.
Más allá de los méritos de Ecuador, quedó claro que la Selección Argentina jugó mal, no entusiasmó, no conformó y tuvo altibajos (muchos más bajos que altos) en el rendimiento individual. Primera clave: no jugó bien Riquelme. No parece estar entero físicamente y entonces no pesó, no asumió el control del juego y tampoco acertó en los tiros libres. Un par de pases excelentes no iluminan su pálida actuación.
El equipo no giró en torno de Riquelme y no hubo reemplazantes en la conducción. Verón, mejor en el primer tiempo que en el segundo, abusó del pelotazo; Agüero tuvo pocas apariciones ofensivas y definió mal en las que se le presentaron; y sólo Messi insinuó cosas buenas con su gambeta y su velocidad, pero no tuvo acompañamiento. La expectativa era muy grande y la frustración, que se verificó en el silencio casi permanente del público, fue una consecuencia directa.
Estaban los mejores, el equipo tuvo actitud y vocación ganadoras, pero faltaron ideas, precisión, velocidad y pimienta para resolver las situaciones favorables, que, por otra parte, no fueron tantas.
Si se hubiera concretado alguna de las llegadas que produjo el equipo en el primer tiempo, tal vez estaríamos hablando ahora de otro partido. Un gol abría el trámite y desarmaba las dos líneas de cuatro de Ecuador. Pero el primer gol lo hicieron los rivales en su mejor momento y en la única jugada clara de gol de que dispusieron.
Uno de los méritos que suelen tener los equipos de Basile es la paciencia para esperar el momento propicio, tocar a veces demasiado para el gusto de los europeos o los europeizados. Se corre el riesgo de que la paciencia parezca displicencia, pero si se lo mira en perspectiva (y no con la miopía de 90 minutos) deberá entenderse que la paciencia es una virtud. Después del gol ecuatoriano, Argentina fue al frente con más empuje que técnica. Siguió sin jugar bien, trató de llevarse por delante al rival y metiendo centros (fue lógica la entrada de Cruz en ese tramo), provocó algún peligro hasta que llegó el casi milagroso gol de Palacio.
La desilusión por lo que no hicieron los Bajitos fue grande, pero el camino es demasiado largo y el potencial sigue siendo enorme. Los jugadores que eligió muy bien el técnico pueden conformar un equipo muy superior a ese que vimos ayer en el Monumental. Ojalá que la sonrisa socarrona de los detractores, los que esperan agazapados el fracaso de Basile, Riquelme y compañía, se apague pronto. Ojalá.
Estadio: River.
Arbitro: René Ortubé (Bolivia).
Goles: 69m, Urrutia (E); 90m, Palacio (A).
Cambios: 46m, Gago(6) por M. Rodríguez (A); 63m, Cruz por Mascherano (A); 85m, Bolaños por Ayoví (E); 88m, Benítez por Tenorio (E); 90m Palacio por Verón (A) y De la Cruz por Guerrón (E).
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