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Lunes, 13 de enero de 2003

FúTBOL

Fútbol, asignatura pendiente

El aluvión futbolero que satura las pantallas durante enero no tiene por qué ser considerado necesariamente una plaga. Todo tiene un lado bueno y, aunque el fútbol que se vea sea habitualmente deplorable, pueden encontrársele al fenómeno de la compulsiva cita diaria frente a la tele algunas otras utilidades: formativas, didácticas sin ir más lejos. Ya que no se puede aprender a jugar al fútbol viendo estos partidos, al menos se pueden aprender otras cosas.

Por Ricardo Plazaola

El fútbol de verano es así: liviano, nocturno y –sobre todo– televisado y cotidiano. Sea el Sudamericano juvenil o los torneos de Mar del Plata, Córdoba, Mendoza, Necochea y demás, se los organiza con dos características: todos los partidos son televisados y cada día habrá un partido.
¿Todos los días? Todos. ¿Sobreabundancia, hastío, opio del pueblo? De ninguna manera: el fútbol de verano puede y debe ser aprovechado para reemplazar las clases durante las vacaciones. Los partidos deberían ser transmitidos en cadena porque –contra lo que dice el prejuicio– el fútbol es una fuente de instrucción y cultura.
Tomemos por caso el torneo Sudamericano Sub-20 que se juega en Uruguay. Es una buena ocasión para que los maestros, comenzadas las clases, interroguen a los chicos sobre las tareas de verano. A modo de ejemplo: el profesor de geografía podrá preguntar dónde queda Uruguay, y el de lengua qué son los prefijos y qué significan “sud” y “sub” (que no son lo mismo).
El fútbol siempre da revancha, información e ilustración. En sí mismo, la palabra “fútbol” puede abrir las clases de inglés, de modo que los chicos sepan que half deriva del rioplatense “jas” (jas derecho, centrojás), así como forward es “delantero” en el fútbol o “adelante” en la casetera.
Sabrán también los chicos que “corner” es escanteio en portugués, y que “arquero” se dice “golero” en uruguayo, tras lo cual el docente avispado podrá explicar qué nos une y por qué el fútbol nos separa en el Mercosur.
Y si los torneos regionales son útiles, mucho más puede aprovecharse para instruir a nuestros chicos en base a competencias mundiales. El profesor de geografía no puede dejar pasar la oportunidad de explicar por qué los partidos en Japón se televisan a las siete de la mañana y así los chicos entenderán eso de los meridianos y los (ab)usos horarios.
Algunos argentinos conocieron personalmente, como jugadores, dirigentes o periodistas, puertos y aeropuertos de todo el mundo.
Otros argentinos se limitaron a recorrer el país siguiendo a Ferro en el Nacional B o a Desamparados de San Juan en el Regional, pero ninguno de ellos, por modestos que fueran sus equipos, dejará de soñar con la cátedra máxima, la del mítico viaje a Tokio para jugar por la Intercontinental.
Nuestros alumnos entendieron para qué sirve el ecuador y los paralelos durante el Mundial ‘82, cuando en Malvinas y en la Argentina hacía tanto frío mientras en España reinaba el sol.
En el ‘86, primero supimos que la ley de gravedad cambia con la altura, cuando Diego empató el partido con Italia con aquella maravillosa bola lenta que sorprendió al arquero tano, y después el mejor del mundo nos dio lecciones de ballet que nos encandilaron para siempre, y nos hizo saber que belgas e ingleses son dos gentilicios de los que bailaron al son de su magia.
Pero también nos dieron una lección de química y supimos de efedrina cuando Diego se quedó fuera del Mundial en el ‘94. De cada evento futbolístico de esta envergadura, el maestro atento puede sacar provecho. En 1990, queridos alumnos, se recrea una versión reducida del Eje, que en 1940 desatara la Segunda Guerra Mundial: como en ese campeonato eliminamos a los italianos, que eran locales y grandes candidatos, todo se organiza para que Italia se vengue y Alemania sea el verdugo, y además campeón y luego designado país organizador del Mundial 2006 (Japón, tercer país de aquel Eje, sin tradición futbolera, organizó sin embargo el Mundial 2002 con Corea, pero ésa es otra historia).
En el ‘97, en La Paz, aprendimos física: la pelota, a veces, sigue una línea recta. Un año después, en el ‘98, tuvimos oportunidad de saber qué era eso de las colonias y la Independencia: el francés entonces campeón del mundo Zinedine Zidane es de origen argelino, así como la mayoría de sus compañeros del equipo provenía de lejanas tierras coloniales.
¿Qué aprendimos en el 2002? Que Japón está demasiado caro, demasiado lejos, y que ningún partido se gana en el vestuario.
Aprendemos entonces de anatomía y traumatología cuando un jugador resulta con fractura de tibia y peroné. De Derecho, cuando un juez lo amonesta o expulsa, y luego tiene que declarar ante un tribunal y recibir una pena.
Sin embargo, no todo lo puede responder el fútbol. ¿Nos diría algo alguna vez algún partido sobre la relación entre el poder en general y el poder en particular? Seguramente no podría.
Nos queda, en tanto, comenzar por lo más cercano, casi a nivel primaria. Así, un torneo como el Sudamericano Sub-20 en Uruguay sirve para saber cómo viajar a Colonia y a Punta del Este, para filosofar sobre el concepto de la belleza según Tevez, pero también para preguntarnos sobre esta parte del continente, que empieza en tierras boliviarianas y termina en las de San Martín.

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