Lunes, 25 de julio de 2011 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Daniel Guiñazú
Del plantel de 23 jugadores uruguayos que ayer celebraron en el Monumental, sólo dos –el zaguero Sebastián Coates y el arquero suplente Martín Silva– se desempeñaban en su país al momento de cerrarse la lista (Coates jugará desde ahora en el San Pablo). O sea, Oscar Washington Tabárez tiene los mismos problemas que los técnicos argentinos a la hora de las convocatorias. Sus futbolistas le llegan con el tiempo justo, después de largos viajes, sobrecargados de partidos y con escasos días para trabajarlos y entrenarlos.
Sin embargo, ahí está Uruguay. Cuarto en el Mundial y trepado a la cima de América después de años de oscuridad. Acaso porque el Maestro no se aferró a la queja, ni se autoconvenció de que no le queda otra que ser seleccionador antes que técnico. Decidió arremangarse. Y aprovechar a fondo el poco tiempo disponible para armar un equipo a partir de un par de ideas simples y un grupo humano inquebrantable sobre la base de decisiones claras y liderazgos positivos.
En los mismos años en los que la Selección Argentina fue desangrándose en medio de internas inacabables y las decepciones deportivas se devoraron a tres técnicos (Alfio Basile, Diego Maradona y ahora, según parece, Sergio Batista), Tabárez se puso a trabajar con los resultados que están a la vista. No fueron necesarias horas interminables de práctica ni largas parrafadas motivadoras, sino una tarea intensa y de calidad y pocas palabras dichas en el instante preciso. Con todo eso, un perfil bajo y un pulso firme a la hora de tomar determinaciones, le dio forma a un equipo en el que ninguna de sus grandes individualidades (Forlán, Lugano, Suárez, Cavani) se sintió más valiosa que el propio equipo.
Además, el Maestro explotó a pleno el escaso material disponible en comparación con la riqueza de lo que Brasil y Argentina tienen para elegir. A ese potencial le sacó el máximo jugo y a los equilibrados planteles que armó para el Mundial y la Copa América fue capaz de ponerlos a punto sobre el cierre de temporadas extenuantes.
Por último, esta selección uruguaya tiene futuro. Apenas siete de los 23 jugadores superan los 30 años y ocho tienen menos de 25. Hay una mezcla exacta de juventud y veteranía. A diferencia de lo que viene pasando en la Argentina, las buenas actuaciones de los seleccionados Sub-20 y Sub-17 aseguran el recambio de cara a las Eliminatorias, la Copa de las Confederaciones 2013 y el Mundial de Brasil. Hace cinco años, el fútbol oriental desfallecía. Ahora, en sólo doce meses, la selección mayor ganó la Copa América y salió cuarta en el Mundial, la Sub-20 se clasificó para el Mundial de Colombia y los Juegos Olímpicos de Londres, la Sub-17 fue finalista del Mundial de México y Peñarol, de la Copa Libertadores. No es casualidad. Sólo la consecuencia de haberse puesto a hacer las cosas que había que hacer.
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