Lunes, 15 de agosto de 2011 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Juan José Panno
El lado malo de la derrota de los pibes en el Mundial Sub-20 es que se quedaron afuera y no se lo merecían, porque en el balance de las dos horas de juego habían jugado un poquito mejor que los portugueses. El lado malo, por otra parte, es que entregaron todo lo que tenían para conseguir el objetivo, pero no les alcanzó.
El lado bueno hay que buscarlo mirando hacia el futuro. Si se hubiese ganado por penales, si se hubiese conseguido la clasificación a las semifinales, seguramente nada entraría en cuestión o en discusión, porque ya se sabe que a la luz de los resultados positivos suele ensombrecerse la posibilidad del análisis y la reflexión.
Y el fútbol argentino necesita un urgente replanteo, especialmente en lo que atañe a las divisiones inferiores y a las selecciones juveniles. Lo que hay que cambiar fundamentalmente es la idea de que lo único que importa es ganar: que si no ganás no existís; que los habilidosos tienen que saber adaptarse a las necesidades del conjunto y nunca al revés; que los grandotes tienen prioridad por sobre los chiquitos, porque el de hoy es un juego de fuerza y fricción; que el fútbol es para los vivos y los que saben sacar ventaja, etcétera.
Hay que revisar todo esto que les enseñan a los pibes desde chicos y también preguntarnos qué pasa con los premios fairplay que llegaban junto con los títulos en otros tiempos. En el partido de octavos de final, contra Egipto, el delantero de Colón Carlos Luque simuló groseramente una falta y logró que el inocente árbitro cobrara un penal que resultó fundamental para la obtención del triunfo, finalmente, 2-1. Sobre el final del partido, el relator de TV dijo muy suelto de cuerpo: “Con simulación o sin simulación, con trampa o sin trampa, Luque resultó importantísimo para conseguir el triunfo”.
Lo dicho unas líneas más arriba; hay que cambiar la idea de que lo único que importa es ganar, porque en nombre de ello se acepta todo y se justifica cualquier medio, así esté fuera de la ley o de cualquier norma ética.
El lado bueno de la derrota de estos pibes es que en una de ésas a alguien se le ocurre que hay que volver a José Pekerman, a Hugo Tocalli, al profe Gerardo Salorio o, al menos, a las ideas que cada uno de ellos profesaba.
El lado malo fue la derrota de los pibes; el lado bueno es que se abre la posibilidad de un replanteo serio y profundo para volver a las fuentes.
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