En el duelo de los calvos Bianchi e Ischia, el cuadro de este último embocó un par de goles, hizo pelito pa’ la vieja y disfrutó, a grito pelado, de una importante victoria que le permitió acomodarse bien arriba. Vélez, que ya había dado cuenta de River en la segunda fecha, hizo doblete, alcanzó a los boquenses, quedó a un punto de los Núñez y quiere pelear por el campeonato porque tiene con que. No es que Vélez le haya dado un peludo bárbaro a Boca, pero no pueden cuestionarse ni la legitimidad de su triunfo ni sus méritos: lo venció bien, lo superó con claridad en algunos pasajes del partido y manejó el juego como mejor le convenía, aprovechando la impotencia de un rival que anda torcido.
Si se le quiere buscar el pelo al huevo, se puede decir que Vélez estuvo muy nervioso en la primera parte del partido y que bajó muy rápido la cortina en la segunda en vez de lucirse en la búsqueda de un triunfo más amplio que tal vez podría haber logrado si se lo hubiera propuesto. Pero centrar el análisis en lo que dejó de hacer el cuadro de Liniers sería un exagerado recorte de sus méritos. En esa primera parte, hasta el primer gol, Boca había amenazado con hacer valer su oficio y en un par de llegadas claras había entusiasmado a sus hinchas, pero como a la ocasión la pintan calva, Boca no tuvo de dónde aferrarse para explotar los huecos que dejaba el fondo del equipo local. Tevez llegó libre, le dio débil y no fue gol por un pelito; Delgado robó una pelota increíble entre dos rivales y Guillermo la cambió para el peladito Clemente Rodríguez que le dio cruzado y no fue gol por un pelito; Schiavi, que se cambió el corte de cabello pero no perdió las mañas, cabeceó en el área y no fue gol porque Sessa anduvo enchufado y la mandó al corner. Ese era el panorama que presentaba el partido hasta la media hora: Boca insinuaba más y Vélez no arrugaba y de vez en cuando metía alguna estocada de contraataque. Y Vélez sí, llegó la red. Centurión pateó un tiro libre, Fuentes le ganó a Schiavi y Cubero debajo del arco empujó la pelota a la red. ¿Tiene algo que ver con todo esto que Boca jugara con una improvisada y obligada línea de tres en el fondo en lugar de la habitual formación de cuatro que prefiere el DT? No. No al menos en la jugada del gol, en la que sí se repitieron los problemas que tiene el equipo en pelotas aéreas pese a contar con buenos cabeceadores. Sin Ibarra ni Calvo, lesionados, Bianchi se la jugó con Burdisso-Schiavi-Crosa. Seguramente no insistirá con este esquema salvo que las circunstancias se lo impongan. Ischia, por el contrario, jugó siempre con tres en el fondo, aunque de los que puso ayer sólo Fuentes aparece como titular firme. Vélez se maneja más cómodo con este esquema, pero como Ischia no tiene un pelo de zonzo, cuando la cosa se podía poner complicada armó una doble línea de cuatro. Todo eso fue en el período final y a esta crónica le falta todavía un gol. En el segundo gol de Vélez, lo primero que hay que resaltar, más que cuestiones de desorden defensivo de Boca, es la habilidad de Bardaro, uno de los mejores jugadores de la cancha. El puntero le amagó a Burdisso, lo desequilibró y metió el centro al segundo palo para la llegada de Sena, como diciéndole “el gol está servido”. Sena hizo lo que tenía que hacer y el partido quedó liquidado.
Boca, extrañando cada vez más a un nueve-nueve, con Delgado atrasado, con Tevez perdido, con Guillermo intermitente, con Cagna voluntarioso, con Donnet desconocido, con Clemente inofensivo, con Estévez bien tomado en la marca, quiso apurar, pero casi no creó situaciones de gol. Sus aproximaciones sólo sirvieron para agrandar la figura del aparatoso Sessa y para que los hinchas de Vélez se regodearan con la solidez defensiva de los pibes con un resultado que les vino al pelo.