La ventanita de ilusiones que le abrió a Boca el triunfo logrado ante Independiente se cerró un par de horas más tarde, con la consagración de River en Bahía Blanca. Se acabó el campeonato local, pero a Bianchi y sus boys les quedó la satisfacción de una linda despedida que se delineó con una interesante actuación, y una victoria clara y merecida que pudo ser más abultada. El equipo que una semana atrás había perdido con Talleres, el equipo B (be de berreta, bajito, burro) está vez paseó a Independiente y fue el equipo B (be de bueno, bravo, brillante). La semana pasada, mirando desde otro ángulo, Boca B perdió con el equipo A de Talleres (a de agresivo, audaz, ágil, agrandado) y ayer venció al equipo A de Independiente (a de amargo, apático, adormecido, amorfo, achicado, ausente).
Comparando nombre por nombre, a priori, se podía suponer que Independiente corría con claras ventajas. Véanse, si no, estos extremos: Milito, Insúa, Montenegro y Silvera de un lado; Carballo, Calvo, Caneo y Fabbro del otro. Pero, a la hora de la verdad, el cuadro de Avellaneda sólo mostró algunos destellos en Insúa y Guiñazú y buena voluntad en Milito, pero nada de nada en Montenegro y Silvera, y muy poquito en los demás. Metiendo fuerte, corriendo más y tocando cuando podía, Boca controló la pelota en el medio y manejó el juego en gran parte de su desarrollo. Once contra diez, en el segundo tiempo, se permitió algunos lujos, tocando en todos los sectores de la cancha, ante un rival descontrolado que expresaba su impotencia a las patadas. Cada vez que Milito agarraba la lanza y se iba a intentar la heroica, dejaba enormes huecos a sus espaldas que aprovechaban Caneo (y después Cángele), Donnet y Estévez. La gambeta del puntero derecho fue un problema insoluble para el mismo Milito y para Guiñazú, obligado a jugar de tres bis. Y como Bracamonte también pesó en el área, la brecha se fue ampliando.
La secuencia de los goles, consecuencia directa de lo que pasaba en la cancha, fue ésta:
- Uno. Error de Federico Domínguez en un rechazo, toque de Jerez, centro de Donnet, peinada de Bracamonte en el cielo, llegada de Caneo mano a mano con Albil y toque de zurda contra un palo. Bonus para Boca: inmediatamente después, Federico Domínguez forcejea con Jerez, le pega un piñazo alevoso y se va expulsado.
- Dos. Remate de Estévez, saca Albil, le queda a Bracamonte. Elude a Albil. Patea. Salva Ríos en la raya. Le vuelve a Bracamonte que la cambia para el otro lado, llega a los piques Calvo y mete un flechazo alto, envenenado.
- Tres. Centro de Estévez, pelota llovida, un rebote, dos y Bracamonte le pega desde cerca, de derecha, contra el palo del pobre Albil.
- Cuatro. Rivas llega por la derecha, engancha fenómeno, haciendo pasar de largo a Barbosa y clava el chanfle contra el poste derecho de Caballero. Fue el mejor gol de todos, pero no sirvió de mucho porque apenas le quedaban un par de minutos al partido.
La gente que ocupó media Bombonera festejó la victoria, pero, como Bianchi, tiene la cabeza en otro lado. Obsérvese este detalle: cuando Caneo marcó el primer gol, detrás del grito llegó el canto de la tribuna: “Vamo’ a traer de nuevo a la Argentina/ la Copa que perdieron las gallinas”. Celebraron un gol del campeonato local con una referencia a la Copa Libertadores y la Intercontinental. Parecía más lógico, en ese momento, que cantaran otro hit de su repertorio: “Los de arriba son gallinas/ los podemos alcanzar”, aunque resultara poco factible y poco creíble. Boca, evidentemente, está en otra.