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Lunes, 23 de marzo de 2009

CONTRATAPA

La silla eléctrica

Con la renuncia de Jorge Burruchaga, ayer, al cargo de entrenador en Banfield, son seis los técnicos que dejaron el banco en tan sólo siete fechas. Y no son solamente los malos resultados los que los alejan.

 Por Pablo Vignone

La locura del fútbol está exacerbada. Y los que pagan el pato son los entrenadores, los fusibles que estallan ante las primeras señales de intemperancia. Ya ni siquiera se habla de proyectos, que fueron arrollados por la atronadora ola resultadista. Y la novedad, relativamente reciente, que supone la sorda conspiración de los futbolistas para sacarse de encima a los técnicos, bajo la suposición de que tienen más cartel que los jugadores, que ganan más aún cuando hacen menos, que figuran innecesariamente, que hablan más de lo que saben, que quitan chapa, que imponen una disciplina compulsiva, que disputan una pulseada tácita para arrogarse los méritos de la victoria, cuando llega.

Cualquier repaso relativamente somero de los últimos tiempos indica que la tasa de mortalidad entre los entrenadores de Primera ronda el entrenador cada dos partidos, es decir, que cada dos fechas un técnico pierde su puesto de trabajo. Ya sea por los malos resultados, los celos, los aprietes de la hinchada o los enjuagues de los directivos.

La cifra no desentona con la ansiedad emergente. Si se disputan diez partidos por fecha, en un mundo ideal diez equipos ganan y diez pierden. Si no se distribuye el ritmo de la derrota, es decir, si en un hipotético caso los que ganan siempre ganan y los que pierden siempre muerden el polvo, es lógico pensar que serán diez los entrenadores los que conducen los planteles que caen habitualmente, los que dejarán su cargo tarde o temprano.

Pero lo que está sucediendo en este Clausura 2009 excede toda lógica. Ayer se completó la séptima fecha y, si la locura del fútbol siguiera el ritmo de su propia insania, en la próxima fecha –la octava– tendría que saltar por los aires el cuarto fusible con pilcha de entrenador.

No. Ayer renunció Jorge Burruchaga a la dirección técnica de Banfield. Alguna vez en carrera para dirigir a largo plazo el seleccionado como delfín de Julio Grondona (quien intercediera ante su colega Carlos Portell, tesorero de la AFA y presidente de Banfield, para que lo contratara como técnico), Burruchaga ha visto torpedeada su campaña –tras un paso satisfactorio por Arsenal– en Independiente, en Estudiantes, ahora en el equipo del Sur. Burruchaga es el sexto entrenador que deja el club en siete fechas: lo precedieron Gustavo Alfaro (Central), Juan Manuel Llop (Racing), Leonardo Astrada (Estudiantes), Omar Labruna (Gimnasia de Jujuy) y Miguel Angel Santoro (Independiente).

Y lo curioso del caso es que tanto Burruchaga en Banfield como Miguel Angel Santoro dos días antes en Independiente se despidieron de sus equipos después de categóricas victorias: 2-0 sobre Arsenal, 4-1 sobre Newell’s, respectivamente. Como para desmentir eso de los resultados negativos. Es cierto que ni a Independiente (10 puntos sobre 21 posibles) ni a Banfield (el mismo record) les sobran sonrisas. Pero está claro que el clima enrarecido del fútbol, cruzado por los intereses, genera situaciones que van más allá de la lógica.

“Es muy difícil trabajar así –explicó Santoro el jueves, cuando poco menos que adelantó su decisión–. Desde hace dos meses, en vez de preguntarte del partido, te cuestionan si renunciás. Te hacen preguntas hirientes, y yo soy una persona de bien.” La distancia generacional entre Santoro, de 67 años, y el plantel parecía imposible de salvar, según cuentan habitués del mundo rojo.

En el caso de Burruchaga, se rumoreaba desde hacía semanas la incomodidad del plantel con el entrenador. En la derrota 3-1 contra San Lorenzo, en la fecha anterior, Marcelo Bustamante y Nicolás Bertolo mantuvieron una fuerte discusión durante el partido; Burruchaga tomó la decisión de borrarlos del plantel para el partido del viernes ante Arsenal. Sin embargo, la Comisión Directiva se lo habría impedido para evitar que se acentuara el mal clima interno.

De ahí a la renuncia sólo medió una decisión. Raúl Wensel será el técnico interino hasta que Julio César Falcioni, Javier Sanguinetti o Fernando Gamboa se sienten en la silla eléctrica. Independiente ya nominó a Fernando Cáceres, que era ayudante de Santoro, para hacerse cargo del equipo.

¿Quién sigue? En el periodismo actual parece un juego atrapante identificar a la próxima víctima, y después empujarlo al precipicio. Para tener luego material que producir y banalidades que comentar ante un micrófono. Huelen las derrotas como los chacales la sangre. Y dos caídas seguidas los hacen relamerse. La presión mediática incrementa la temperatura de las tribunas y quita espacio y oxígeno para armar un equipo, con jugadores a los que, por momentos, parece gustarles más el oropel que el fútbol. “Cuando la batalla es desleal, lo mejor es irse”, afirmó, enigmático, Santoro. ¿Necesitaba explicarlo?

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Imagen: Fotobaires
 
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