CONTRATAPA › ATLANTA INAUGURó SU FLAMANTE CANCHA DE CEMENTO
Después de tres años de peregrinaje por tribunas ajenas, el club de Villa Crespo volvió a su querido solar de la calle Humboldt, transformado en un coqueto estadio para 10.500 espectadores. El jefe de la barra brava de Boca vio todo tras las rejas.
› Por Gustavo Veiga
“He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas”, escribió Antonio Machado, y bien cabe su poesía sobre la gente sencilla para explicar ciertos peregrinajes. En tres años y poco más, el Club Atlético Atlanta acabó ayer con su viaje. Pasó por Ferro, Huracán, Platense, Comunicaciones, Excursionistas y Estudiantes de Buenos Aires hasta que regresó a Villa Crespo. Tiró abajo su cancha vieja, de tablones y demasiada historia, para inaugurar la nueva de cemento con capacidad para 10.500 personas. El hecho merece saludarse. Incluso, pese a que en ese mismo predio funciona una cárcel de contraventores, al lado nomás del estadio León Kolbowski, donde purga dieciséis días de detención por entrar de prepo a una tribuna el por ahora líder de la barra brava de Boca, Mauro Martín (ver aparte). El Bohemio, ese semillero prolífico de cracks en los años ’60 y ’70 (de allí surgieron Hugo Gatti, Luis Artime, Néstor Errea, Norberto Madurga y Rubén Cano, entre otros), volvió a jugar en su casa venciendo 3-1 a Social Español por una nueva fecha de la Primera B. En domingo, porque nuestro fútbol doméstico no sabe de calendarios ni de días fijos. Y menos el Ascenso.
Atlanta había disputado su último partido en Humboldt al 300 (en el 350 está la improvisada cárcel que inauguró el gobierno de Mauricio Macri) el 6 de febrero de 2006. Fue un empate en dos goles con All Boys, el más clásico de sus rivales después de Chacarita. Como San Lorenzo, Argentinos Juniors, Platense y muchos otros clubes de la A a la B, cambió los tablones de lapacho por el encofrado de cemento. Sus hinchas, para disfrutar el acontecimiento, se juntaron en caravana –se pusieron de moda hace unos años–, tiraron cohetes, se emocionaron con las viejas glorias invitadas para la ocasión y se sintieron de nuevo en casa.
La cancha tiene dos cabeceras para 3 mil personas cada una (la visitante no recibirá visitas mientras rija la prohibición de concurrencia en el Ascenso) y una platea con capacidad para 4500. Siempre estuvo bien ubicada y ahora se agrega a la sede social recuperada –en parte– también levantada sobre Humboldt, a pasos del Subte B. La obra se levantó después de que en el club se discutiera un polémico contrato con la empresa Proinver Sociedad Anónima, entre cuyos socios se destaca el presidente Rogelio Armando Riganti, un viejo amigo de Julio Grondona, el viejo dirigente que en una semana cumplirá 30 años al frente de la AFA. Los restantes miembros del directorio son Graciela Soledad Zelwianski (directora), Rubén Oscar Ojeda (vicepresidente), Mara Juliana Riganti (directora titular) Ricardo Antonio Bracalenti (director suplente) y Ana Felisa Zelwianski (directora suplente).
Riganti, el ex proveedor de materiales de la ferretería que la familia Grondona tiene en Sarandí, es de Villa Constitución, y producto de esa antigua relación comercial extendió sus negocios de corralón al mundo del fútbol gracias a las influencias del presidente de la AFA. Lo demuestra que integró el directorio de Puntogol SA, ya disuelta, y el de Santa Mónica Argentina SA, la empresa que reemplazó a aquélla en el control del merchandising de la Selección Nacional.
Alejandro Korz es el joven presidente de Atlanta. Un abogado que, como casi todos los dirigentes en los últimos años, gobierna bajo la omnipresente figura del economista Miguel Angel Broda, tan acreedor del club como declamado benefactor. Por presión de un grupo de socios, Korz tuvo que revisar una y otra vez el contrato con Proinver. En una rueda de prensa con medios partidarios realizada en julio del año pasado, dijo, entre otras frases, las siguientes: “Tengan por seguro que no vamos a firmar la entrega del club”, “Justo cuando estamos por terminar el tema de la cancha, gente de adentro siembra fantasmas” y “A mi juicio, el contrato no es dañino para el club”. La fuente de estas declaraciones es el portal de Internet, Sentimiento Bohemio.
El presidente le comentó a Líbero: “No quiero hacer autobombo con la reinauguración del estadio. No es mi estilo. Se prepararon algunos festejos por la apertura de las nuevas instalaciones, pero nuestro objetivo es seguir creciendo en los próximos años. Queremos que donde existe el obrador de un paso bajo nivel, a espaldas de lo que era la vieja tribuna lateral de madera, tengamos en el futuro la tribuna de cemento que falta. Este es un club humilde”.
Los socios e hinchas de Atlanta aportaron lo suyo para que el sueño de la vuelta al barrio se hiciera posible. Mediante la campaña “Tu nombre en la platea”, por el cual se espera llegar a los 2 mil, se juntaron al 20 de marzo pasado unos 33.920 pesos gracias al esfuerzo de 524 personas. Uno de los simpatizantes que figurará en la platea, pero no podrá estar ahí para contarlo, es el chico Matías Cuestas, que murió el 18 de marzo de 2006 después de recibir un proyectil en la cabeza arrojado por barras de Talleres de Córdoba en un ataque a cascotazos contra una formación del Ferrocarril Sarmiento. Otro hincha de Atlanta hizo su aporte económico para que figure el nombre de Cuestas. Un gesto de reconocimiento a tanta pena y a la lucha de su mamá, Norma, contra un crimen impune.
Aún en ese dolor, que como siempre convivirá incómodamente con un aluvión de gritos de gol, el club palpitó su reencuentro futbolero con el barrio, la nueva cancha y un montón de sueños. Atlanta recuperó un patrimonio que compartirá con otros (Proinver la utilizará para hacer espectáculos en un lugar bien ubicado de Buenos Aires a cambio de la inversión), pero sobre todo recuperó un pedazo de su cuerpo mutilado. Porque se sabe: en la Argentina, un club sin cancha es como un paria condenado al escarnio por los demás. Un hecho triste que habla muy mal de todos nosotros.
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