Lun 16.09.2013
libero

CONTRATAPA

Celuloide, pasión de multitudes

› Por Juan José Panno

Desde San Juan

El fixture de este Sudamericano es muy singular: hay partidos todo el tiempo desde las 11 de la mañana hasta las 10 y media de la noche; son unos 18 por día, lo que da un total de 108 en toda la semana, sin contar las actividades especiales, que son más de 30. Ni en los mundiales pasan tantas cosas. Los encuentros tienen duraciones variadas: 83m, 105m, minipartidos cortitos de 6m, de 12m, de 19m. Casi no se encuentra nada que dure 90 minutos clavados. Y hay para todos los gustos. ¿Querés ver jugar a los venezolanos? Se puede. ¿Querés ver qué pasa con los ecuatorianos? Ningún problema. ¿Querés ver las combinaciones de que son capaces uruguayos y colombianos? Podés. Es tanto lo que hay para ver que tenés que hacer milagros para encontrar un huequito que te permita visitar la casa natal de Sarmiento. Y ni hablar del autódromo El Zonda, alguna cava o el Valle de la Luna, que está como a 300 kilómetros. No hay lugar para los débiles (que no aguanten el maratón de celuloide), dirían los hermanos Joel y Ethan Coen.

La ceremonia inaugural fue el sábado a la noche en una sala del Centro Cívico con capacidad para 300 personas. Más que lleno total. En realidad estaba previsto que la inauguración se hiciera en un teatro al aire libre, la Plaza Seca, con el doble de capacidad, pero el viento y el frío (cinco grados a la noche) obligaron al cambio del escenario. Y lo que se iba a hacer, digamos, en el Monumental, se hizo en el Luna Park. Mejor. El público que cubrió las butacas, las escalinatas y hasta el último rinconcito, le dio calor a la fiesta. Abrió Ernestina Pais, le dio el hilo conductor a Federico Luppi, bajó línea Paula de Luque, la directora técnica; emocionó con los recuerdos de los primeros festivales Liliana Mazure, la directora del Incaa; y entraron a la cancha los artistas: un ballet recreó el Himno Nacional, hubo música, poesía y hasta un momento del fútbol propiamente dicho cuando Nico, el hijo de Favio, cantó aquello de “con cinco medias hicimos la pelota, pero en la misma siesta perdimos por un gol”. El homenaje al gran Leonardo Favio se enriqueció con un cañonazo al corazón de la gente: la proyección de un corto que había filmado un joven Pablo Trapero, colado en la filmación de una de las escenas más significativas de Gatica. Un cortito conmovedor por las paredes que tiraron en un puñado de minutos Favio, Trapero, Gatica y Edgardo Nieva. La fiesta terminó a toda orquesta: la Camerata San Juan, el Coro de la UNSJ, los músicos Pilin Massei, Pocho Leyes y Luis María Serra, interpretando un fragmento de Sinfonía de un sentimiento. Maravilloso.

El sábado a la mañana empezó a rodar la cosa. En el complejo Cinemacentener hay cuatro salas destinadas al festival. Tres tienen cerca de 150 butacas y la más grande, 267. En esta última proyectaron el documental Tiempo extra (nada que ver con el tiempo agregado al reglamentario del que se habla en Fútbol para Todos). Se trata de una mirada profunda sobre el diario más amarillo y de mayor venta en el Ecuador: Extra. La realización transita caminos conocidos para periodistas pero, aun así, sorprende y deslumbra. Una de las máximas del periódico –cuyos responsables aceptan el mote de sensacionalista, pero dicen que nunca miente y no responde a intereses del poder económico– es ésta: “Si tu madre te dice que te quiere, busca dos fuentes más para corroborarlo”.

Menos sangre corre por la tarde. A la hora en que San Martín jugaba con Sarmiento de Junín, el cronista deportivo ya captado por el festival disfrutaba de tres excelentes piezas breves: Alberto’s y La ahora señalada (ambos venezolanos) y La piedra del rayo, un corto de animación argentino dirigido por Aldana Loiseau (la hija e Caloi) y Soledad Fernández. El raíd siguió con la emotiva Venimos de muy lejos, la historia del grupo Catalinas Sur y terminó a la noche con Wakolda, de Lucía Puenzo, que se estrenará el próximo jueves en Buenos Aires.

Uno se pregunta cómo hacen los críticos de cine para sobrellevar semejantes palizas, aunque recuerda el día de un cierre apurado en el que vio un partido por televisión y escuchó dos por radio, con un auricular en cada oído. Como el sábado a la noche, terminó al borde del desmayo. Ayer fue más descansado. El cronista se apura para mandar estas líneas porque dentro de un rato empieza el mejor partido del día: la exhibición de La propia mirada, historias narradas por vecinos y presentadas por Cristina Kirchner. Otra forma de construir –como bien resumió Paula de Luque en el discurso de apertura– memoria, identidad y futuro.

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