Lunes, 1 de agosto de 2016 | Hoy
BOXEO › EN LA ACTUALIDAD ESCASEAN LOS CAMPEONES Y EL NIVEL BAJó DE MANERA ALARMANTE
La gloria argentina ha quedado en el olvido y los datos son contundentes. De las últimas cinco peleas por títulos mundiales, los púgiles locales ganaron apenas una y perdieron las cuatro restantes, todas por fuera de combate.
Por Daniel Guiñazú
Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que el boxeo argentino ganaba y perdía a nivel internacional. Pero competía. Era raro hace 40, 30 o 20 años, menos inclusive, que nuestros peleadores fueran arrasados cada vez que subían a un ring en busca de un título del mundo o en una contienda trascendente. Les iba mejor o peor. Pero daban batalla hasta lo último. Y eso, últimamente, ya no sucede.
Los datos son concluyentes. De las últimas cinco peleas por títulos mundiales, los boxeadores argentinos ganaron apenas una y perdieron las cuatro restantes, todas por fuera de combate. O para expresarlo con mayor claridad, de 60 rounds pactados, sólo se cumplieron 34. La última victoria tuvo lugar el 5 de diciembre del año pasado cuando Jesús Cuellar derrotó por puntos en 12 vueltas al puertorriqueño Jonathan Oquendo en Brooklyn y retuvo su título regular de los plumas de la Asociación.
Después, se empezó a perder feo. El 31 de diciembre del año pasado en Osaka (Japón), el mendocino Juan Carlos Reveco fracasó en su intento de recuperar la corona de los moscas de la AMB: el japonés Kazuto Ioka lo noqueó en el 11° round. Y en 2016, todo fue para peor. El 8 de abril en Moscú, el ruso Edward Troyanovsky vapuleó en 7 asaltos al estilista chaqueño César Cuenca por el título welter junior de la Federación, el 21 del mismo mes y también en Moscú, Víctor Emilio Ramírez perdió por nocaut técnico en 2 giros ante el ruso Dennis Lebedev en la unificación de los títulos crucero de la AMB y la FIB y dos sábados atrás, el tandilense Matías Rueda duró poco más de cinco minutos ante el mexicano Oscar Valdez en Las Vegas por la corona vacante de los plumas de la Organización.
Ante estos pésimos resultados, algunos agoreros vaticinan otra vez el ocaso definitivo del glorioso boxeo argentino. Son los mismos que hace tres o cuatro años, se llenaban la boca hablando de la resurrección de ese mismo deporte ante los éxitos en serie de “Maravilla” Martínez, Marcos Maidana y Lucas Matthysse en los rings estadounidenses. Y están tan equivocados como aquellos que afirman que todo ha sido una cuestión de mala suerte y que los argentinos perdieron tan solo porque los rivales fueron mejores que ellos.
Ni una cosa ni la otra. En todo caso, habrá que poner el foco en por qué el boxeo local ha perdido tanta competitividad en el primer nivel mundial. Y preguntarse si es que salen muchos menos buenos boxeadores que antes. Y si estos pocos buenos valores tienen la formación y la preparación imprescindibles como para trascender la mediocre actividad de consumo interno y proyectarse en el plano internacional.
Es cierto: surgen menos púgiles que antes. Y los que en los últimos tiempos asomaron la cabeza (los hermanos Brian y Alan Castaño, Fabián Maidana y Nery Romero) focalizan su campaña en los Estados Unidos o como el caso de la mayor parte del equipo olímpico argentino, viven retenidos en el limbo semi amateur o semiprofesional de la AIBA (Asociación Internacional de Boxeo Amateur) compitiendo indistintamente en los Juegos Olímpicos y en las competencias rentadas de esa entidad (la World Series Boxing o la APB).
Pero aún esos pocos están desamparados. Se les hace muy difícil conseguir apoyo para financiar sus campañas. Y los promotores y managers más fuertes de la plaza (Osvaldo Rivero, Mario Margossian y Mario Arano) tampoco invierten demasiado. Prefieren armar carreras protegidas y fabricar records numéricamente atractivos pero boxísticamente inconsistentes a preparar boxeadores con chances reales. Lo que le pasó a Matías Rueda es el ejemplo más nítido de lo que sucede cuando un boxeador llega a un título del mundo sin el mínimo roce indispensable, amparado sólo en un record de cartón.
Y es aquí donde entran a jugar los técnicos y preparadores físicos. Que parecieran alejados de los criterios con los cuales hoy en día se entrenan los grandes boxeadores. Nadie pone en duda la idoneidad y dedicación de los rincones argentinos. Pero basta sólo comparar el ritmo y la calidad de una pelea local y una internacional y la puesta a punto de los boxeadores para darse cuenta que, fallecidos los grandes maestros de otrora (Amilcar Brusa, Santos Zacarías, Juan Carlos Pradeiro y tantos otros), ya no hay nadie que pueda sucederlos en la ardua y a veces ingrata escuela de los gimnasios. El salto de calidad no ha sido dado y las distancias con los grandes técnicos de la actualidad (Freddie Roach, Robert García, Ignacio Beristain, Abel Sánchez) son cada vez mayores, acaso indescontables.
Hace unos años, Sebastián Contursi, un ex periodista ahora devenido en manager, tomó nota de todo este cuadro. Primero, se lo llevó a Marcos Maidana a entrenarse con Robert García en Oxnard (California). Después, hizo lo propio con Jesús Cuellar y ahora maneja a los hermanos Castaño, a Maidana y a Romero. Y los resultados quedaron a la vista. Maidana no pudo ganarle a Mayweather pero hizo 24 rounds dignos ante el mejor del mundo. Cuellar llegó a ser campeón del mundo y los otros muchachos suman victorias todavía en un segundo nivel. Pero con buenas chances de hacer pie firme en el primero.
Habrá que ver que pasa más adelante. Pero ese parece uno de los caminos posibles para quebrar la racha negra de derrotas arrasadoras: invertir en serio y llevar a los mejores a pelear al exterior, preparándolos con los criterios modernos y la tecnología que se aplican en el alto nivel y que en la Argentina no se emplean por desconocimiento o desactualización. El problema es que no hay muchos convencidos (púgiles, técnicos, managers y dirigentes) de que esa sea la solución. Acaso piensen que lo mejor sea dejar todo como está. Y esperar sentados a que pasen por arriba al próximo boxeador argentino.
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