AUTOMOVILISMO Y MOTORES › GANO SU PRIMERA CARRERA DE TC EN BUENOS AIRES
El día del laburante Ciantini
Guillermo Ortelli lo había traído a raya casi toda la carrera. Pero el motor se le plantó en la penúltima vuelta y el piloto de Balcarce le dio a Dodge la primera victoria en el Autódromo desde 1987. Moriatis se afirma.
Había tenido mala suerte José Ciantini en las 150 carreras de TC que había disputado desde septiembre de 1993 hasta la de ayer en el Autódromo. Nadie habría dicho que era un piloto sin capacidad: había ganado ocho series preliminares, pero nunca una final; había subido siete veces al podio, pero jamás al escalón más alto; tan cerca de la gloria tantas veces, tan lejos siempre.
Había tenido tanta mala suerte que, cuando la hoguera consumía a la Argentina de hace algunos años, decidió largar el volante por la papa de su Balcarce natal, y las pistas por el Mercado Central, en el que se lo advertía febril comercializando la producción.
El campo se levantó, desde entonces, y empujó al TC hacia arriba: en Buenos Aires hubo 68 coches, el doble de los que solían correr tres años atrás. Uno de los que volvió fue Ciantini, con un Dodge que le construyó Rodolfo Di Meglio, con el que venía clasificándose bien (6º en La Plata, 2º en Balcarce), pero con el que no podía terminar las carreras entre los diez primeros. Hasta ayer.
Esa mala suerte fue propiedad en el Autódromo de Guillermo Ortelli. Largando desde la cuarta posición, llegó en tres vueltas a la punta, tras pasar como parados a Ciantini y a Diego Aventín, el líder de la carrera. Pero, para llegar allí, tuvo que exigir a fondo las gomas y el motor de su Chevrolet. Las gomas resistieron, o casi; el motor, no.
Con Aventín retrasado por un problema eléctrico, y el líder del torneo Emanuel Moriatis tercero pero a la expectativa, Ciantini salió a darle caza a Ortelli cuando un pace-car acortó la diferencia a nada. Pero no podía. El Chevrolet doblaba mucho mejor el curvón Salotto y el Dodge perdía centésimas que recuperaba en la larga recta del fondo, pero nunca suficientes para robarse la punta.
Hasta que el humo blanco del motor fisurado comenzó a filtrarse en la cabina del coche puntero. Ortelli salió mal de una curva, Ciantini le dio caza, no lo perdonó y pasó a la punta a una vuelta y media del final. Di Meglio se persignó. En la cabina del Chevrolet, Ortelli ya no veía ni el volante a causa del humo y por esa razón, sin pretenderlo, encerró en plena recta a Rafael Verna, que venía apurando: el que se coló fue Moriatis, que llegó segundo. Menos de un kilómetro después, el Chevrolet se plantó definitivamente. Esta vez, a Ciantini no lo regó la mala fortuna.
“Fue una carrera increíble en la que fui pensando todo el tiempo –explicó el ganador–. Sabía que en las últimas 3 o 4 vueltas la carrera era a todo o nada, por eso iba esperando la oportunidad. Por suerte todo se dio en la penúltima.”
Hacía 18 años que un Dodge no vencía en Buenos Aires. En un 1º de Mayo, tuvo que ser un laburante...