Fue poco convencional la consagración de Matías Rossi como nuevo campeón del SuperTC2000. Parado sobre un terraplén, su Toyota Corolla enmudecido a unos metros, viendo pasar la carrera que ganó de punta a punta Agustín Canapino, que lo entronizó en el mismo momento en el que recibió la bandera a cuadros, quitándole a Leonel Pernía la única esperanza que le quedaba para estirar la definición a Potrero de los Funes, la última cita del año.

Tan poco convencional como la celebración, ante una cuota modesta de fanáticos, en un autódromo como el de San Martín (Mendoza) que tan lejos está del glamour y de los brillos que normalmente quiere desplegar la categoría. Pero que está directamente relacionada con este segundo, discreto año de la especialidad.

Quizá habría sido distinto si el equipo Chevrolet se hubiese despertado antes, ahorrándole a Agustín Canapino una buena cuota de las amarguras que sufrió durante la temporada, con abandonos inesperados. O si Peugeot hubiera concretado las múltiples amenazas que lanzó, sin poder lograr un solo triunfo en este 2013.

También, si el campeón López no se hubiera visto obligado a cambiar de monta, dejando el Ford casi imbatible de cierre de 2012 por el impreciso Fiat de este año, con el que fue derrotado sin atenuantes en el campeonato por su coequiper Ardusso, al que (aun faltando una carrera) ya no podrá alcanzar. O si esa fatídica goma delantera izquierda del Renault de Pernía no hubiera estallado en Junín cuando el tandilense se encaminaba cómodo al triunfo.

Tan poco convencional como si se hubiera coronado una fecha antes, en la reunión del Estadio Ciudad de La Plata, lo que habría constituido un record para el Guinness: ¡un campeón de automovilismo consagrado en una cancha de fútbol! Tan poco convencional como que salió campeón el mismo día en el que sufrió una afrenta para nada común, que su auto claudicara por primera vez en el año.

Rossi no es responsable de la debilidad de la oposición ni de la opacidad del panorama. El STC2000 no se superó a sí mismo en este 2013, como se esperaba, y el piloto de Toyota encarnó una excelente primera mitad del año (con tres victorias consecutivas en Rosario, San Juan y La Pampa), y cumplió apenas en la segunda mitad, acaso consciente de que el envión lo llevaba al título. Cuando ganó en Junín tras el abandono de Pernía, el título estaba hipotecado. Y eso que faltaban cinco fechas...

“Viví la carrera con mucho nerviosismo por la falla y después tuve que seguirla desde el talud, sin comunicación con el equipo. Pensé que no me alcanzaba para ser campeón. Este título me produce la misma emoción que el primer campeonato en 2006”, dijo el campeón antes de recibir la copa.

Con los títulos de 2006, 2007 y 2011 ya en la bolsa, cuando la categoría era todavía TC2000, este logro 2013 le permite a Rossi ubicarse segundo en la tabla histórica, sólo detrás de Juan María Traverso (siete títulos) además de referenciarse indiscutiblemente en la época, con cuatro coronas en los últimos ocho años. Esta de 2013 fue, probablemente, la más contundente, la que más fielmente refleja su estado de gracias conductivo; pero de seguro será, también, de las menos recordadas por los fanáticos. Y eso, tratándose de Rossi, sin duda es poco convencional. Lo que nos devuelve al punto de partida.

La Carrera

STC2000. 11ª fecha,

San Martín. 23 vueltas, 100,080 km.

Promedio del ganador: 155,592 km/h

Record de vuelta: Canapino, en la 19ª, 1m30s117, a 166,464 km/h

Ganador del Super8: Canapino

Campeonato: Rossi, 219 puntos (campeón); Pernía, 181; Ardusso, 150; Canapino, 145; Girolami, 129; Werner, 120; López, 115.