TENIS › LA VICTORIA DE DEL POTRO TERMINó EN CELEBRACIóN GENERALIZADA
Una vez que se fue la angustia, una vez que se aseguró la semifinal, el equipo terminó viajando en un carro de bomberos hasta el vestuario y mojándose de alegría.
Con los brazos en alto y su mirada al cielo, Juan Martín Del Potro desató la fiesta en el Parque Roca. Una alegría contenida tras una serie con más complicaciones que las esperadas. Ese festejo fervoroso de los hinchas, con banderas y sombrillas celestes y blancas, se extendió al resto del equipo, que en pleno vivió punto a punto el valioso triunfo de Del Potro.
Martín Jaite y Mariano Zabaleta, capitán y subcapitán del equipo, fueron los más efusivos, saltando y cantando al ritmo del público, abrazando a los jugadores. El festejo no terminó en el estadio sino camino a los vestuarios, con la llamativa complicidad de los bomberos.
Una vez afuera del estadio, los jugadores subieron a una autobomba que los trasladó unos metros, hacia la zona cercana a los vestuarios, y una vez abajo, mientras saltaban abrazados, formando una gran ronda, los bomberos abrieron una de las mangueras de la autobomba, generando una lluvia artificial que pretendió agasajar esa alegría desatada.
Con sus familiares y amigos esperándolos en una carpa contigua a los vestuarios, los jugadores y el resto del equipo tuvieron su festejo íntimo, ya sin tanta euforia, pero con el mismo júbilo.
“Y pegue, y pegue ‘Delpo’ pegue” y “tomala vos, dámela a mí, ésa es la Torre de Tandil” fueron los cantos más escuchados en el Mary Terán de Weiss, de parte de un público ávido de ver buen tenis y también de identificarse con el campeón del US Open 2009, al que ven poco, ya que tampoco suele jugar el ATP porteño en cada febrero.
Del Potro se plantó firme en la cancha, no vaciló jamás y ejerció un dominio abrumador desde el primer set, con la táctica de jugar puntos largos y mover de un lado a otro a un rival que acumulaba muchas horas de tenis. El tandilense quebró tres veces el servicio de Cilic y se puso rápido 5-0, por méritos propios y errores de un rival que falló demasiado, con la derecha invertida, con el revés, y además lució cansado y sin ideas para complicarlo.
Después de ganar los primeros cinco juegos de manera consecutiva, en el juego de la mariposa cedió su saque, pero se recuperó pronto y quebró por cuarta vez al croata para estirar la ventaja a 6-1 y así se llevó el parcial en 48 minutos de un monólogo abrumador.
En el segundo set, Del Potro insistió con su derecha, potente y pesada, varió los ritmos y logró otro quiebre para adelantarse 3-1, con escasa oposición de parte de su rival, un muy buen tenista que no resistió el desgaste físico de toda la serie.
Tras el 6-2, Del Potro confirmó la supremacía en el tercer set, cuando quebró de nuevo a Cilic (2-0) y se puso 3-0 cómodo, a esa altura sin oposición. El tandilense, ovacionado por el estadio, quebró de nuevo, se adelantó 5-1 y luego cerró con terribles “latigazos” de derecha para redondear el 6-1 y sentenciar el pase a semifinales.
Con la victoria, apretó fuerte sus puños y agradeció a todo el estadio, antes de fundirse en un abrazo sentido con el capitán del equipo argentino, Martín Jaite, al que de a uno se sumaron Mariano Zabaleta, Juan Mónaco, Eduardo Schwank y hasta el propio Nalbandian, líder carismático en la Davis, con el que chocaron las diestras.
La gente se quedó pensando en la posibilidad de vivir la semifinal, y eventualmente la serie decisiva, en el mismo estadio, con el mismo clima, con la posibilidad cierta, aunque todavía lejana, de conquistar por primera vez la Ensaladera de Plata, aquí en el país. Y se fueron soñando.
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