Lunes, 24 de diciembre de 2007 | Hoy
EL CORDOBES SE CONSAGRO EN EL AMBITO INTERNACIONAL
Una pelotita casi tan grande como el planeta
Por Adrián De Benedictis
El año que comenzó a despedirse será muy difícil que Angel Cabrera llegue a olvidarlo. El cordobés llegó a la cima en junio pasado ganando nada menos que uno de los cuatro Grand Slam, y por ello fue distinguido la semana pasada con el premio Olimpia de Oro como el mejor deportista 2007 de la Argentina. Su hazaña en Estados Unidos significó la obtención de un torneo de esa magnitud luego de 40 años, cuando el legendario Roberto De Vicenzo fue el ganador en el Abierto Británico, en 1967. Además, a lo largo de toda la temporada, Cabrera fue el argentino que mayor cantidad de dinero (3.227.431 dólares) percibió en concepto de premios.
Pero, además de aquel logro, también hay que sumarle los Abiertos de Singapur, el PGA Grand Slam de Bermuda, donde se presentan los cuatro ganadores de los Majors, y el Torneo de Maestros que se desarrolló en el Olivos Golf Club. Y para que su sonrisa fuera más grande, el circuito europeo y la prensa especializada lo distinguió con el “golpe del año”, eligiendo su segundo tiro del hoyo 15 (69 del torneo) de par cuatro, del Abierto de Estados Unidos.
Cabrera, número 14 del ranking mundial, tuvo un buen desempeño en la gira por Asia, y terminó tercero en el Abierto de la República. De esta manera, fue elegido hace pocos días como el segundo mejor jugador del circuito europeo detrás del irlandés Padraig Harrington. Precisamente, el propio Harrington sintetizó el rendimiento del argentino en este 2007: “Tuvo una temporada maravillosa. Jugó un gran golf, y en Estados Unidos tuvo golpes que sorprendieron a todos. Todavía recuerdo el final de ese torneo, donde tuvo que esperar la definición sentado en una sala”.
Mientras aguardaba en ese sector del campo de Oakmont, en Pensilvania, cómo quedaban atrás por un golpe los locales Tiger Woods (número uno del mundo) y Jim Furyk, seguramente a Cabrera se le aparecieron imágenes de su infancia en Villa Allende. Ese lugar en el cual comenzó a desandar sus sueños dentro del golf.
Tenía apenas tres años cuando su abuela Pura le abrió las puertas de su casa, ante la desprotección que lo envolvía. Como la humildad rodeaba la escena, de chico inclusive debió faltar a la escuela para buscar los primeros billetes con el oficio de jardinero. Y a los diez años llegó el momento de pisar por primera vez un green, para llevar los palos de los señores de su pueblo en el Córdoba Golf Club.
Cabrera conoció en ese lugar a su amigo y guía en este juego, Eduardo Romero, quien lo orientó desde joven para que hoy pueda ser considerado uno de los mejores del mundo. Los que conocen a ambos cuentan que cuando coinciden en Villa Allende siguen asistiendo al bar Cóndor, donde las mesas suele extenderse hasta muy tarde, compartidas con el resto de un grupo que se mantiene inquebrantable. En esas reuniones el reconocimiento y el éxito quedan de lado, y Cabrera pasa a ser un integrante más entre los convocados.
“Cuando empecé como caddie en mi Villa Allende natal, nunca imaginé siquiera poder ganar un torneo en el circuito, y ahora estoy viviendo esto. Es increíble”, resaltó el cordobés con su habitual tono bajo, y la emoción reflejada en el rostro. La mesura es otra de las características de Cabrera, quien casi no exteriorizó su alegría en el momento en que se definió el certamen en Estados Unidos.
La gran campaña que hizo este año –llevaría ganados 18 millones de dólares a lo largo de su carrera– lo hace ilusionar para el 2008, donde ya se aseguró participar del circuito estadounidense del PGA, el más exigente. Y el descanso quedará para febrero, ya que el sábado próximo viajará a Hawai para participar del Mercedes Championship. En ese período, Cabrera volverá a reencontrarse con los más cercanos, con un fernet de por medio, y allí contará nuevamente sus proezas por las canchas del mundo.
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