LOS MISTERIOS DEL ANAGRAMA, EL FUTBOL Y LA ECONOMIA
VAN GAAL GANALAV LAGANVA AVALAG LAVAGNA
Acaso no sea casual que dos conductores de distinto campo y muy diferentes disciplinas, unidos sin embargo por un mismo destino de vituperio popular, compartan las letras de sus respectivos apellidos. ¿Qué maleficio se oculta detrás de semejante correlación? No hay casualidades sino causalidades, dicen, con otro anagrama...
Por Ariel Greco
No puede ser, lo tiene en un corralito”. La frase-reproche surgió en una ronda de amigos mientras el televisor reflejaba un partido del Barcelona. El destinatario de las quejas no era otro que Louis Van Gaal, el entrenador de los catalanes, que tenía en el banco a Juan Román Riquelme, y que cuando lo metió en la cancha lo condenó a jugar recostado sobre la izquierda, sin libertad para conducir al equipo. “Sí –comentó otro–, es igualito a Lavagna”.
La frase quedó flotando en el aire. La ocurrencia que establecía el paralelo espontáneo apareció como un comentario gracioso y nada más. Hasta que desde la TV uno de los relatores confirmó que según el diario El Mundo Deportivo, la intención de los dirigentes era comprar el 50 por ciento del pase de Riquelme, pero que Van Gaal todavía no había dado su aceptación. “Lo quiere pagar con Boden”, tiró uno, provocando las risotadas del grupo. La correlación entre el histriónico colorado y el patibulario administrador de nuestras miserias se consolidaba.
La cámara muestra a Javier Saviola y Marc Overmars sentados entre los suplentes, al lado de Van Gaal. “Mirá, lo mismo que Lavagna: los dos tienen la guita en el banco y no la entregan”, salta uno indignado.
A esa altura el partido poco importaba. Todos se preocupaban por meter el bocadillo más ingenioso sobre la similitud entre el técnico del Barcelona y el ministro de Economía de la Argentina. “Que venga Van Gaal y negocie la deuda externa. Como holandés seguro que le van a prestar más atención que a Lavagna”, señaló uno. “De última, la Krueger le va a dar más pelota que Bielsa, que ni siquiera lo atendió cuando lo llamó para negociar por la entrega de los jugadores”, respondió otro. “Y, ya que estamos, que Lavagna vaya a dirigir al Barsa. Seguro que sabe más que ese cabeza de queso. Por lo menos a Saviola y a Riquelme los va a poner de titulares”, completó un tercero.
Así siguieron un rato largo, ya sin partido de por medio. “Riquelme es a Van Gaal lo que Perico Pérez es a Lavagna”. “Van Gaal anota en su libreta todos los cambios de la cotización del dólar en Argentina”, “A los dos les preocupa el control de cambio”, “Lavagna está desesperado por arreglar con el Fondo y Van Gaal está desesperado por arreglar el fondo”.
Hasta que uno se puso pálido y gritó: “Loco, es un mensaje satánico”. Todos lo miraron sin entender. “Es como el disco de Xuxa, que si lo pasabas al revés decía que amaba al diablo”. Ninguno entendía nada.
–Explicate, por favor.
–Es un anagrama
–¿Qué? ¿Qué es eso?
–Es cuando con las mismas letras de una palabra podes formar otra diferente. Y este anagrama es satánico, como el de “Osama bin Laden”, que si lo cambias te queda “Les manda abion”
–Sigo sin entender.
–Loco, Van Gaal y Lavagna son lo mismo. Si no, fijate.
Y un sudor frío recorrió los conmovidos espinazos de dos, tres, cuatro, todos los argentinos.