LIQUIDO CON DOS GOLPES A CHICAGO EN EL REGRESO DE BIANCHI
Boca, por nocaut técnico
Ezequiel González, que jugó fenómeno, y Donnet, que fue un buen ladero, marcaron los goles que le dieron a Boca el triunfo ante Nueva Chicago en un partido discretito que se recordará más que nada porque marcó el regreso oficial de Carlos Bianchi a la Bombonera. Si Delgado y Guillermo hubieran jugado un poco mejor, Boca podía haber ganado más fácilmente. Chicago mostró prolijidad pero poca ambición.
› Por Juan José Panno
En los últimos minutos, con el 2 a 0 ya clavado, Boca se permitió algunos lujos y le sacó lustre a la victoria para que la fiesta del regreso del querido técnico fuera completa. “Que de la mano de Carlos Bianchi...” terminó cantando la multitud que llenó la Bombonera como si se tratara de un clásico, convencida de que con Bianchi todo es posible, ilusionada con el campeonato, la Copa Libertadores y todo lo que cuadre jugar. Esa breve coreografía, con rítmicos movimientos de ballet que terminaron en un par de situaciones de gol muy claras, se armó cuando los de Chicago ya habían bajado los brazos y no quedaba mucho por discutir y no tuvo mucho que ver con la producción general del equipo en los ochenta y pico de minutos restantes. Boca fue superior, fue más que Chicago en todo momento, pero en general no jugó bien, fue irregular, mostró sólo ráfagas de buen juego y no supo abrirse camino ante los obstáculos que le planteaba el adversario. En sus peores momentos tuvo además algunas vacilaciones defensivas, especialmente en Abbondanzieri, que cometió más de una torpeza. De todas maneras, y pese a los variados puntos flojos de Boca, ningún hincha de Chicago respiraba tranquilo cuando la pelota circulaba en las proximidades del arco de Orcellet, con el partido cero a cero. Con Delgado a nivel del segundo subsuelo de producción técnica y con Guillermo Barros Schelotto caprichoso y confuso, las posibilidades de llegada se limitaban mucho, pero Ezequiel González, Donnet y Battaglia manejaban la pelota con bastante criterio como para que el peligro estuviera al menos latente. ¿Chicago qué hacía? Esperaba. Cuatro en el fondo, cuatro un poquito más adelante, un enganche y un solo delantero de punta. Prolijo, pero sin más ambiciones que las de esperar un error defensivo del rival, una distracción, un macanazo. Antes que cualquier chambonada de Boca llegó el primer gol: Donnet la puso sobre la derecha para Delgado, el Chelo pateó al bulto, sacó el arquero, recogió el Equi, le pegó de primera y después del rebote en García, con el arco vacío, mandó la pelota a la red. Iban 30 minutos, era el tiempo de los murmullos, era el tiempo de la impaciencia, era el momento en que empezaban a deprimirse los que no se sienten muy seguros; todo eso que era se convirtió en una explosión de alegría cuando le pelota llegó mansita a la red.
En el segundo tiempo Chicago no salió demasiado del dibujo táctico que había hecho su entrenador antes del partido. Muy tibiamente se animó Testa a subir por el lateral y las dos líneas defensivas se adelantaron algunos metros. Con ese poquito alcanzó al menos para generar un par de llegadas: un casi cabezazo de Testa y un casi toque de Tilger, mientras González, con más espacio, crecía en su juego y movía los hilos ofensivos. El partido se iba de largo con un clavado y pálido 1 a 0 cuando el trío Calvo-Equi-Donnet logró lo que los delanteros netos no supieron conseguir. Pared del 10 y Calvo, centro desde la raya de fondo y cabezazo de Donnet con todo el arco a su disposición. Después entró Moreno, Guillermo se despertó, el Equi se agrandó y el tercer gol rondó el arco de Chicago. Hubiese sido demasiado premio para un equipo que ganó bien, pero que recién está buscando su identidad. Tampoco se le puede exigir demasiado: esto recién empieza.
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