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Idolo de Boca para siempre
Por Juan Jose Panno
Curioso el caso de algunos técnicos que, como se sabe, no juegan, pero dejan marcas indelebles y ocupan las páginas más gloriosas en el historial de sus clubes. Carlos Bilardo en Estudiantes, César Luis Menotti en Huracán, José Omar Pastoriza en Independiente y Carlos Griguol en Ferro, son parte de esa singular lista que posiblemente tenga como máximo exponente a Carlos Bianchi en Boca. No juega, no jugó nunca en el club, pero se ganó más ovaciones y más reconocimientos que cualquier futbolista de los planteles que condujo. Si Bianchi no es el ídolo máximo del pueblo boquense en toda su historia es porque tiene una competencia tremenda con figuras de la talla de Diego Maradona, Angel Clemente Rojas y Antonio Ubaldo Rattin. Pero, aún así, es muy probable que cualquier encuesta entre hinchas de todas las generaciones lo dejen en primer lugar por suma de adhesiones.
Con Bianchi en el banco, Boca ganó todo: la Copa Libertadores, tres veces; la Copa Intercontinental, dos; y el campeonato local, cuatro. Quedó cerquita de otra Intercontinental y se posicionó a sólo doce pasos de distancia de la cuarta Libertadores. Como yapa se pueden agregar las dos definiciones en las que Boca dejó fuera de carrera a River en la Libertadores: cuartos de final en el 2000 y semifinal en el 2004.
Detrás de semejantes números y datos, cualquier intento de minimizar sus méritos, y adjudicarle sus éxitos a que tiene un celular poderoso o más suerte que cabeza, queda reducido a la ridiculez. Del mismo modo, no tiene demasiado sustento la idea de cuestionar a Bianchi porque Boca no alcanzó brillantez en su juego. Que en estas horas los hinchas de River celebren el retiro de Bianchi, casi con la misma fuerza con la que festejaron el triunfo de Once Caldas, es quizás el mayor elogio que puede hacerse de su gestión. Los de River no quieren saber más nada con eso de que Boca tenga un lugar protagónico en el mundo (de hecho, la Federación Internacional de Historia y Estadística lo ubicó recientemente como el número uno) y calculan que, con cualquier otro DT, a los boquenses les va a resultar difícil recuperar esos privilegios.
Bianchi también tiene el reconocimiento de los futbolistas que dirigió. Cuesta encontrar en los archivos declaraciones de algún jugador que le cuestione maltrato profesional o humano. Más aún, cuesta encontrar declaraciones de miembros del plantel ventilando algún problema interno, porque una de las claves que siempre manejó fue la del perfil bajo con la prensa. Y empezó dando el ejemplo. Vivo, bicho, hombre con mucha calle, cuando necesitó de la prensa para mandar mensajes indirectos lo hizo disfrazado de “fuentes cercanas a la conducción”. Siempre se arregló con pocos profesionales en el plantel, les dio posibilidades a todos, les hizo ganar mucho dinero, los defendió en cualquier conflicto con los dirigentes y se las ingenió para evitar que las figuritas estuvieran por delante del grupo (del grupo que él comandaba, lo que de hecho lo convertía a él en la figura).
Sin apelar a fórmulas complejas ni a extravagancias tácticas, ni a chamuyos rebuscados, con simpleza, inteligencia, vestuario, sencillez, picardía y un poco de suerte, levantó todas las copas. Ahora dice que se va para disfrutar de la felicidad de estar con la familia. Felicidades, Bianchi.