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Shanghai es diferente. Muchas cosas no tienen nada que ver con lo que se vive en el circuito tenístico el resto del año, aunque hay algo que está sorprendiendo especialmente a los jugadores: cada vez que entran a la sala de prensa, los periodistas chinos los premian con aplausos.
Ganen o pierdan. Da lo mismo. La legión de cronistas chinos sonríe y aplaude a los tenistas apenas ponen el pie en la sala de entrevistas. A algunos les agrada, y sonríen con amabilidad como Federer, o con sorpresa tras haber sido vapuleados, como le sucedió a Coria.
Pero otros olvidan pronto la inusual muestra de amabilidad, porque no les divierten las barrocas y a veces enrevesadas preguntas de los chinos. Es el caso de Nalbandian. “Respondí esa pregunta recién. Hace dos minutos”, dijo con cara de pocos amigos a una periodista china sentada en primera fila.
Pero a los chinos no les importa recibir ese tipo de reprimendas. Insisten. Combinan la persistencia del mejor periodista con la candidez del aficionado más ingenuo. Quizá por eso son capaces de lanzar: “¿Tienes novia?”, como primera pregunta al español Rafael Nadal, y quizá por eso se atreven a cuestionar aspectos técnicos del juego de Federer, uno de los mejores tenistas de todos los tiempos.