Lunes, 3 de abril de 2006 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Juan José Panno
Sólo al Negro Hugo Ibarra se le ocurrió que esa pelota postrera que recibió de un rechazo de un defensor de Banfield, sobre la derecha del ataque de Boca, fuera del área, a unos veinte metros del arco, en línea más oblicua que Grillo contra los ingleses, podía terminar en gol. Cuando todos esperaban el centro, cuando los más ansiosos le reclamaban que la largara de una vez y se la diera a algún compañero colocado en una posición más natural, el lateral de Boca dijo “ma’ si” y metió un zapallazo de derecha impresionante en el arco de Lucchetti, quien quedó tan sorprendido como cada uno de los habitantes de la Bombonera.
Si finalmente Boca no sale campeón (lo cual es muy probable teniendo en cuenta que no viene jugando bien, que le expulsaron a cuatro jugadores en los últimos tres partidos y que lo espera un panorama muy complicado con visitas a Colón, Vélez e Independiente), el gol de Ibarra quedará en el recuerdo como una curiosa anécdota. Pero si Boca se aprovecha de los compromisos por la Libertadores del pelotón de vanguardia y sale campeón, cualquier análisis de su campaña tendrá que tomar como punto de referencia la tarde en que el Negro Ibarra se la jugó solo y le dio a Boca –que jugaba con 9– la victoria ante Banfield –que jugaba con 11– y revolucionó todo en el torneo.
El Negro Ibarra, que hace rato viene pidiendo una oportunidad para integrar el plantel de la Selección que jugará el Mundial, mandó un nuevo mensaje a Pekerman que podría descifrarse así: marco bien, tengo experiencia, estoy físicamente entero, soy capaz de manejar al equipo desde el costado en algunos pasajes y, si cuadra y la mano viene mal, me animo y soy capaz de meter un fierrazo.
Si finalmente Pekerman no convoca a Ibarra (lo cual es muy probable teniendo en cuenta que Zanetti, Coloccini, Ponzio y hasta Scaloni están unos peldaños más arriba en la consideración del DT), el día que se dé la lista de 23 nadie hablará del gol de Ibarra. Pero si es convocado, todas las crónicas que se escriban ese día pondrán el acento en aquel zapatazo con el que el lateral puso la cereza al postre de una tarde increíble.
Por ahora, y a la espera de mayores cotizaciones a futuro, el gol de Ibarra deja una enorme marca en la tarde del domingo y agranda el mito que asegura que en la Bombonera, con el aliento de la hinchada de Boca, todo es posible.
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