Lunes, 24 de julio de 2006 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Juan José Panno
Para ser director técnico de Boca hay que tener una cosa que empiece con “be”: el nombre, el apellido o el apodo. A saber: Basile, Benítez, Bianchi, Brindisi, Bilardo, Bambino. Bielsa estuvo a punto de continuar la serie, pero se bajó. Algunos dirigentes pensaron en Burruchaga, Babington o Batista, y no faltaron delirantes que mencionaron a Bearzot, Bora y Beckenbauer. Pero ahora se cortó la racha y todo indica que llegará Ricardo La Volpe, que no tiene ninguna “be” y, en todo caso, si tiene una, la tiene corta: Volpe (La).
Lo que no tiene corta La volpe es su trayectoria como entrenador: Oaxtepec, Atlante, Chivas de Guadalajara, Querétaro, Atlante, América, Atlas, Toluca y la selección mexicana en los últimos cuatro años, embolsando en este último tramo 12 millones de dólares. En Alemania no pasó de los octavos de final, como se sabe, pero su equipo jugó más que dignamente contra Argentina y dejó una buena impresión. Lo que no le perdonaron es que se quedara en el túnel en el momento en que sonaron los himnos. ¿Especuló acaso con la posibilidad de dirigir pronto en la Argentina una vez desvinculado de los mexicanos?
La chance se dio mucho más rápido de lo que se podía suponer. Tenía previsto viajar a la Argentina para descansar en el Sur, pero la escala en la Capital Federal le permitirá reunirse con Macri y arreglar detalles. Todo indica que se tratará de un trámite sencillo.
La volpe, que pertenece al estrecho mundo de los arqueros-directores técnicos (Fillol, Pumpido, Falcioni en los últimos tiempos; Rogelio Domínguez, antes), no tiene ningún vínculo histórico con Boca: en la Argentina atajó en Banfield y en San Lorenzo, y fue el tercer arquero en el plantel que jugó el Mundial ‘78, por detrás de Fillol y Baley. Los hinchas de Boca lo reciben con indiferencia. No celebran su llegada como ocurrió con Lorenzo, Bianchi en la segunda etapa, ni tampoco patalean, como sí ocurrió con Basile. Están a la expectativa. Es que tampoco se sabe demasiado de él y, por otra parte, todo lo que pudo haber hecho en México necesita revalidarse acá. Es un hombre con personalidad que supo bancarse una pelea tremenda con Hugo Sánchez y que superó las críticas de amplios sectores del periodismo mexicano que no aceptaban un DT que no fuera del país y que marginara a Cuauhtémoc Blanco. Sus equipos juegan prolijamente, siempre dijo que le gustaba el fútbol ofensivo y propició la defensa del espectáculo. Pero sabe marcar distancias: “Una cosa es dirigir en México, donde firmás autógrafos si perdés; y otra cosa es en la Argentina, donde te rompen el auto”, dijo alguna vez, según citó el diario deportivo Olé. No tiene “be” en el apellido, pero es un tipo bravo, con bigotes y seguramente barato, en comparación con lo que ganaba en México. Está económicamente salvado, pero tiene hambre y sed de gloria.
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