Lunes, 20 de noviembre de 2006 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Juan José Panno
Los dirigentes toman decisiones absurdas, como la de impedir la entrada del público para desgracia de los hinchas y regocijo de la televisión, y ése es en principio el inevitable punto de partida de cualquier análisis. Un empresario de la Coca-Cola declaró alguna vez que el techo de la empresa se iba a dar el día que de las canillas de las casas saliera la bebida que refresca mejor; y con un criterio similar los capos de la tele sueñan con que no haya más público en las canchas y todos los partidos se transmitan por televisión. Todavía no lo lograron, pero falta poco. Detrás del parche (el de la medida, no el de los dirigentes piratas) se encadenaron nuevas situaciones con las que el fútbol nacional se encarga de sorprender día a día:
- Reunión de jugadores en el Hilton (se repite: en el Hilton) y pelea de los dirigentes con los afiliados.
- Piquetes de hinchas comunes y barrabravas que obligan a la suspensión de un partido.
- Gritos en el cielo de periodistas del régimen que no quieren saber nada con la suspensión, ni con los piqueteros del fútbol, ni con ninguna clase de piqueteros.
- Renuncia del secretario general de Agremiados.
- Dirigentes que presionan, jugadores que quieren parar pero no se animan.
- Fútbol a pesar de todo.
No hace falta hilar muy fino para interpretar que el alud se produjo después de la primera piedra lanzada por la AFA con la medida de impedir la entrada a los hinchas visitantes y restringir la de los hinchas locales. Apremiado por las circunstancias y apretado por el Gobierno, el Comité Ejecutivo de la AFA (en realidad, el Poder Ejecutivo de la AFA que ejerce Grondona) salió de su inercia con la ocurrencia de atacar a las células buenas y a las malas. Podían haber decidido una serie de medidas serias para frenar la violencia, empezando por la quita de puntos y la colaboración con la Justicia, pero optaron por la quimioterapia a las apuradas. Claro que si se entiende que existen relaciones directas de barrabravas con dirigentes de fútbol, pero también con diputados, senadores, funcionarios, sindicalistas, políticos, futbolistas y periodistas, el hombre común sentirá una vez más el calorcito del horno.
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