Lunes, 5 de marzo de 2007 | Hoy
FúTBOL › EL PARTIDO DESDE LOS BANCOS DE SUPLENTES
Por Facundo Martínez
Repasando lo que fue el clásico y su previa, no caben dudas de que Ramón Díaz, el entrenador de San Lorenzo, debería llevarse un premio, al menos una mención especial –ya que el premio principal, claro está, es para sus jugadores– por todo lo que hizo para que su equipo se llevara los tres puntos de la Bombonera. No sólo puso la cara durante la semana, sino que, una hora y media antes de que comenzara el partido, en complicidad con sus dirigidos, se mandó al campo de juego para hacer el reconocimiento, algo que no suelen hacer los técnicos, y, como si se lo hubiera propuesto, terminó acaparando todos los insultos de los locales.
Quizá ningún otro DT del medio local entienda el juego, el folclore, como lo hace Ramón. Ya durante la semana previa, el ex DT de River fue la voz parlante del equipo. Su mensaje fue tan claro, como suelen ser sus ironías: “San Lorenzo va a salir a atacar en la Bombonera”, se cansó de decir el riojano, quitándoles la responsabilidad de hablar a sus dirigidos, quienes todavía sentían los ecos de la tremenda derrota en el Nuevo Gasómetro 1-7 del torneo anterior, cuando el equipo de Boedo era dirigido por Oscar Ruggeri.
Habló en la previa, se bancó la presión y salió a la cancha con una tranquilidad asombrosa, que apenas se alteró cuando, luego del centro de Rivero, Lavezzi puso de cabeza el 1-0. Levantó la mano el Pelado y, puño cerrado, la recogió rápido con un ¡vamos! casi silencioso. Y así fue en los otros tantos, sobrio y diligente, aunque la sonrisa le iba ganando la cara y hasta que fue Ramón, el de siempre.
Y no era una cuestión de números para Ramón, cuyo historial con Boca le es suficientemente desfavorable: tres victorias (con la de ayer), cuatro empates y cinco derrotas, sino más bien de actitud y en eso sí que el ex DT de River es un verdadero campeón. Si hasta dio la nota cuando, luego de que Sergio Pezzotta pitara el final, se dio el gusto de festejar el triunfo abrazando a un policía que custodiaba la zona de los bancos.
Al contrario, el DT de Boca, Miguel Russo, no pareció prestarle demasiada actitud al trámite. Salió a jugar el clásico con sólo siete habituales titulares y, cuando sintió que se le ponía difícil, metió unos cambios realmente extraordinarios. Sacó un marcador de punta, el pibe Villafañe, quien reemplazaba a Ibarra, y metió a Guillermo. Ahora, si Boca no había defendido bien con tres en el fondo ni en tiempos del insistente La Volpe, mucho peor fue para Boca después de la expulsión de Clemente.
Russo dejó al equipo con sólo dos defensores hasta que los de Ramón se pusieron 3-0, con jugadas de contraataque, y entonces mandó a la cancha a Morel Rodríguez, acaso sólo para evitar una goleada mayor. “¿Justo en un clásico comenzó la rotación?”, “¿por qué no jugó Ledesma por Orteman?”, “¿por qué no sacó a un volante para poner a Guillermo?”, fueron algunas de las preguntas que repetían los hinchas locales a la salida del estadio.
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