Lunes, 11 de junio de 2007 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Pablo Vignone
El final del torneo que cerró la temporada resultó muy distinto, pero no por eso más atractivo que el cierre del campeonato anterior, el Apertura 2007 que había sintetizado lo más dramático, lo más bello y lo más execrable del fútbol, en apenas 19 fechas y un partido plus. Acaso quedamos cebados por esa electrizante definición, la captura del líder Boca, la pimienta agónica de Estudiantes, la emoción de la final, al punto que terminamos un tanto decepcionados por ésta, tan diferente, tan escasamente provista de la emotividad con que el costado luminoso del fútbol regó la precedente, resuelta de manera contundente al punto de que, sin negarle el más mínimo mérito al nuevo monarca del fútbol argentino, eso le restó un pico de brillo al torneo. San Lorenzo se consagró campeón con enorme autoridad. No fue el equipo más ofensivo del certamen (protagonismo que quedó en manos del campeón anterior, Estudiantes, y en menor medida de Boca), pero su economía de esfuerzo resultó más valiosa en función del resultado: aun cuando Ramón Díaz dispuso de sus tres atacantes –Lavezzi, Silvera, Fernández– en orden de marcha, no siempre armó eso que se dio en llamar (de manera espantosa) “tridente ofensivo”, quizá porque también contó con otro tipo de recursos con la idea de manejar los trámites, a veces desde el mismo fondo de la cancha (Tula marcó goles en los últimos tres partidos y también convirtieron defensores como Bottinelli) tanto en sentido positivo como defensivo. De aquella zaga (de tres) que se había comido un par de derrotas históricas en el torneo anterior se pasó a ésta (de cuatro) que conservó a Méndez y Bottinelli, sumándole a Tula (suplente con Ruggeri), y la cantidad de goles en contra se redujo a la mitad. Terminó resultando clave la decisión de Díaz, antes de iniciar el campeonato, de darle la titularidad a Orión luego de haber previsto, en el arranque de su trabajo, el 4 de enero, la rotación del puesto entre él y Saja. La primera de una serie de decisiones bien tomadas por el técnico se reprodujo en el carácter de un equipo que se destacó más por su temperamento que por sus luces, y que gallardamente nos aguó la chance de otro final apasionante.
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