Lun 23.09.2002
libero

OPINION

Si no fuera por Comizzo...

Por Diego Bonadeo

Altibajos –por cierto, más bajos que altos– para este clásico de tarde-noche que convocó a un policía cada cuarenta personas (mil uniformados y 40 mil espectadores) y que, desde el bolsillo y no desde la juridicidad, la sedicente autoridad de aplicación –vaya uno a saber cuál es– decidió que se juegue en la suspendida cancha de Independiente.
Sin embargo, durante un ratito pintó para otra cosa. Daban ganas de poder escribir para el final del partido, que a veces, no importa cuánto de decisivo es lo que hay en juego, puede darse que el fútbol le gane a la especulación, a los servicios o a lo que sea.
Pero no fue así. Salvo Celso Ayala, Franco y Federico Domínguez, se trataba de evitar el pelotazo, pero de a poco los más se fueron contagiando de los menos, por lo menos, si no en los pelotazos, sí en las imprecisiones y en los forcejeos.
De todas maneras, Independiente era más que River. A los 12, Montenegro le ganó una pelota a dividir a Lucho González y quedó mano a mano con Comizzo; el arquero se adelantó un par de pasos y se quedó parado, obligando al Rolfi a decidir y la pelota fue afuera. Allí empezó un partido para recordar para el arquero de River.
Al rato, y como remedando las décadas del ‘50 y del ‘70 y las consignas de entonces de Independiente, pasó el tren de siempre, saludando como para recordar que “el tren toca pito, la gente se alborota, de ver a Independiente, cómo juega a la pelota”. Pero todo o casi todo quedó en la nostalgia de un fútbol que solamente algunos pretenden que vuelva a vivir, aunque Independiente ya le estaba intentando cascotearle el rancho a River. Como de los laterales el único que intentaba algo diferente era Rojas, todo –o casi todo– de lo poco que había, pasaba por el medio. Comizzo dejó todo como estaba.
Al minuto y medio del segundo tiempo, Lucho González entró sin marca por detrás de todos y de un tiro libre de Domínguez puso el 1-0: fue la primera llegada neta de River en cuarenta y seis minutos y medio. River siguió mejor y fue creciendo Gabriel Milito, no solamente demostrando que es uno de los grandes tiempistas del fútbol argentino sino también por echarse el equipo al hombro desde el juego y no desde el careteo para la tribuna. Seguían sin aparecer Montenegro e Insúa.
D’Alessandro simplificaba todo lo que parecía complicado y, aunque Independiente fue mejorando hacia el final, River aumentó con un lujo del simplificador de lo complicado. Los tres minutos agregados no le fueron suficientes al equipo que fue más que River en el primer tiempo y menos durante casi todo el segundo.
Pero así como los directores técnicos no juegan, los arqueros sí. Y orillando los 40, a veces, como el vino y algunas señoras, el añejamiento da sus frutos. Porque Comizzo jugó con las manos, con los pies y con la cabeza.

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