Lunes, 30 de junio de 2008 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Daniel Guiñazú
Pasado el hervor de la Promoción, y asegurada por sólo una temporada más la permanencia en Primera, Racing recorre, desde hoy, acaso la etapa más importante de todas: la de armar un equipo y un club competitivos. El trayecto parece sencillo. Bastará con no hacer nada de lo que se hizo en los últimos tres años para que el futuro sea algo o mucho mejor que el presente vivido.
Todo parece indicar que el núcleo de las decisiones deportivas saldrá de cuatro personas, cuyo conocimiento sobre el tema rápidamente será puesto a prueba. El interventor Héctor García Cuerva, en concordancia con el órgano fiduciario que integran los doctores Bugallo, Ves Losada y Gilberto, deberá resolver ya mismo temas tan candentes como la continuidad o no en su cargo del técnico Juan Manuel Llop y la política de compras y ventas. Faltan apenas 41 días para que comience el torneo Apertura. Y los tiempos paquidérmicos de la Justicia pueden llegar a resultar demasiado lentos si se los compara con la velocidad que suele imperar en el mundo de los negocios del fútbol.
En ese contexto, ya se cierne una amenaza: que la resolución del contrato con Blanquiceleste demore más de lo debido, y que la interna entre García Cuerva y Fernando De Tomaso termine paralizando la toma de decisiones estratégicas. Sería ése un error, el primero, seguramente el más importante de todos, porque condicionaría la solidez de la estructura que se necesita si, dentro de un año, no quiere volver a pasarse lo que terminó de pasar ayer.
Pero hay otros errores que Racing no puede volver a cometer. No hay equipo que soporte siete técnicos (Rivarola, Quiroz, Simeone, Merlo, Costas, Micó y Llop) en tan sólo tres años, ni una dirigencia con la palabra y la firma tan devaluadas como las de Marín y De Tomaso. No pueden traerse en julio jugadores que en diciembre estén desesperados por irse, como sucedió este año con Claudio López, Cabrera, Romagnoli, Salcedo y Pellerano. No puede reforzarse un plantel empapelando el país con cheques sin fondos, ni echando mano a promesas de cartón. Y no puede venir cualquiera a calzarse una camiseta llena de gloria. Racing es demasiado grande y, ayer, 50 mil personas en Avellaneda y millones en el resto de la Argentina volvieron a demostrarlo.
Si Racing llegó a esta instancia fue por un cóctel raro que mezcló diferentes medidas de desconocimiento, soberbia, irresponsabilidad, inescrupulosidad y mezquindad. Las pesadillas no siempre terminan bien. Ojalá que los abogados y contadores que habrán de manejar a Racing de ahora en más hayan aprendido esta lección.
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