FúTBOL › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
La fama dura lo que cada partido. Al brillo lo recorta con trazo grueso, por momentos vasto, la ruleta del resultado. A falta de un cuarto de hora, en la hornalla crepitante en la que se había convertido el estadio de Arsenal –al que los cronistas de TV insisten en llamar “coqueto” con el mismo énfasis con el que a las chicas poco agraciadas se las cataloga como “simpáticas”– se empezó a pedir el cambio de Juan Román Riquelme. El minuto a minuto que postra al fútbol actual, vertiginoso pero no saludable, dictaba la modificación desde las tripas, para nada desde el cerebro. Ja... si Riquelme hubiese liderado una reacción milagrosa el jueves contra el Internacional de Porto Alegre –para eso lo puso Ischia en el campo con el segundo tiempo ya en arranque–, la memoria no habría sido tan frágil ni la manta tan corta. Se sabe lo que pasó: al penal convertido por el astro en la noche de la Bombonera le sucedió el golazo del equipo gaúcho convertido por Alex y una frustración que no fue tal porque hacía rato que Boca decretó el olvido de un torneo enmarcado para televisión, pero francamente devaluado. Riquelme no se transformó por enésima ocasión en el salvador providencial, e incluso se cuestionó la voluntad del entrenador de mandarlo a la cancha para hacerse cargo.
La fama dura lo que cada partido. Así que, sin heroísmo reciente, cansado y atribulado por el clima agobiante, presumiblemente falto de peso específico para desequilibrar, Riquelme pasó a ser material descartable en los papeles de, inclusive, alguna gente que también se dedica a esto sin necesariamente reconocer cuándo el juicio resulta al cabo erróneo. Pero fue el mismo que se tomó dos minutos y medio en acomodar la pelota, pelear por la ubicación de la barrera y bordar el chanfle. El mismo que, siete días atrás, había marcado el gol del triunfo contra el otro líder del Apertura, San Lorenzo. Los últimos seis puntos, en definitiva, ganados por Boca gracias a sendos remates del astro.
Si el fútbol da revancha todos los domingos, también toma examen sin otorgar respiro. Ni siquiera se salvan del cuestionamiento los que, sin ir tan lejos, han demostrado con convicción su nivel de compromiso. Pero la fama dura lo que cada partido. Boca continúa puntero gracias a una nueva puesta en escena de su jugador estrella. Se verá, entonces, si el entusiasmo que consiga seguir despertando la suerte de este Apertura se relaciona tanto con el pelotazo de Luna en el palo de Orion como con esta irresistible burla a la corta memoria.
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