FúTBOL › OPINION
Relator sí, oráculo no
Por diego bonadeo
Es el mejor narrador de fútbol que tuvo y tiene la radio en la Argentina. Nadie como él le encontró la vuelta a la payada mezclada con el relato. Formalmente, por lo menos, sus transmisiones tenían un indiscutido valor agregado. Llegó a la Argentina de la mano de los hermanos Karamazov -Araujo, Niembro, Paenza– para competir con José María Muñoz. Para pelearle a Radio Rivadavia desde Radio Mitre. Con una propuesta supuestamente alternativa a la de la “Edición Oral Deportiva”. Con otro idioma, con otro envase ideológico. Pero, como en tantos otros casos, muchas veces el envase quedó en envase, y el contenido, bien gracias.
Aprovechando el éxito de “Sport 80” –para algunos, programa de culto en la radio de fines de la década del ‘70–, Víctor Hugo Morales cautivó a la audiencia de la resistencia a la dictadura, con el fútbol como pretexto.
Pasaron más de veinte años y la fascinación por lo contestatario se mantuvo en una permanente postura de no acatamiento a lo establecido. Poco a poco el mensaje casi esquizofrénico de supuestamente cuestionar al poder desde el poder –aquello de la monja en el prostíbulo– llevó al “oráculo de Cardona” a coquetear permanentemente con personeros de la dictadura -caso Editorial Atlántica– mientras anunciaba a los cuatro vientos, como elector oriental, su voto por el ala supuestamente más “progresista” del espectro político-uruguayo, encarnada por entonces por Michelini, disidente del Frente Amplio.
Pero el fútbol y la música, aparentemente con convicciones blandas en los dos casos, sintetizaron las bizarras contradicciones que Morales no parece haber resuelto, si es que alguna vez se las planteó como tales. O si alguna vez se planteó resolverlas. Está claro que si te gusta Mozart -wing en la vida y en el arte, si los hubo– no te puede gustar Bilardo, abolicionista de los transgresores de verdad y propiciador de luces apagadas si de hacer el amor se trata.
Las maldades de los mentideros insistían en que no solamente contrataba músicos de cámara para adornar veladas paquetas en su domicilio sino que, además, era la única persona en el mundo que sabía exactamente cuántas lamparitas tenía la inmensa araña central del Teatro Colón, porque su aburrimiento durante óperas y conciertos era tal que se dedicaba a contarlas una por una, como Zavatarelli los corners.
Pero el contrabando en el mensaje quizá haya tenido su máxima impronta en su enfático anuncio de jamás trabajar por ningún dinero para Torneos y Competencias, en tiempos no muy lejanos en que uno de los accionistas -embozado o no– de Radio Continental era justamente el oligopolio de Carlos Avila y sus socios de entonces.
En estas horas de reclamo de los oyentes de Morales por su alejamiento deben aparecer los necesarios “porqués”. Los trascendidos no son certezas. Censura, dinero y/o las dos cosas se echaron a rodar como aparentes motivos de su ausencia del fin de semana que terminó.
Es muy probable que a ciertos resortes del poder les hayan molestado ciertos dichos del narrador oriental. Y también es probable que en el descalabro en que vive el sistema en la Argentina de estos tiempos, a Nito Artaza se le pueda sumar una nueva figura notoria a quien no se le cumplió lo prometido. Aunque no sea ahorrista.
Que la censura del régimen se haya llevado puesto a Víctor
Hugo Morales sería un dato de extremísima gravedad. Que los dueños de todo no le paguen lo que debieran pagarle, también.
Nota madre
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