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Eléctrico, emotivo, caliente, vibrante, intenso, atrapante, todos calificativos que se resumen en uno: partidazo. River y Chacarita entretuvieron a las 40 mil personas que colorearon la cancha de River y a los miles que lo siguieron por la TV abierta, tan abierta como el partido mismo.

Es cierto que, puestos a buscarle la quinta pata al gato, nos encontraremos con una curiosa mezcla de felino con ciempiés. Se durmió Tauber en el gol de Buonanotte; se desconcentró Coronel en el pelotazo que lo dejó a Alustiza cara a cara con Vega; lo dejaron saltar solo a Cabral en el segundo de River; fue al bulto Vega en la jugada del penal; salió mal el arquero Vega y se quedó colgado de la higuera en el cabezazo de Parra; dejaron un hueco en el fondo los defensores de Chacarita en el gol de Villalba y quedó enganchado Echeverría en el gol de Ortega.

Pero también hay que marcar que Alustiza clavó un derechazo impresionante en el primer gol, que Cabral y Parra metieron dos cabezazos precisos y que el toque sutil de Ortega por sobre la cabeza de Tauber hay que guardarlo en un cuadrito como una de las principales joyas que dejó el encuentro del Monumental y la fecha toda.

El partido entretuvo por la incertidumbre en el marcador, por los cambios de manija y por la vocación ofensiva de los dos que hizo que no pasaran cinco minutos sin que se produjera una situación de gol.

River fue superior en el arranque del partido, cuando parecía que a Chacarita le quedaba grande el escenario y no dejó de buscar aun en los momentos en que su rival tenía el dominio absoluto de la pelota y el terreno. Cuando Chacarita amenazaba con el cuarto gol después del tercero, llegó el empate en tres con un buen pase de Ortega, y cuando Chacarita, sin conformarse con el empate, trató de forzar, Ortega sacó otro conejo de la galera.

Un partido de siete goles y mucha emoción en una cancha colorida y fervorosa no es asunto de todos los días. Por eso, más allá de los errores, el calificativo: partidazo.