Opina Miguel Brindisi que Godoy Cruz es “el mejor equipo de la Argentina”. Frente al Huracán que le toca en suerte, quizá cualquier otro equipo pueda hacerse acreedor de semejante elogio. Con un concepto más acentuado del juego colectivo, estimulado por la continuidad, armado con futbolistas sin estridencias, pero seguros con la pelota. Si a esas virtudes le sumara poder de nocaut, podría reclamar otra posición más ventajosa en la tabla. A los 32 años, al veterano Jairo Castillo le sobra reloj para distinguirse cuando le toca bajar la pelota para que aceleren el ritmo los peligrosos Salinas o Ramírez (que así pegó una pelota en el palo), o cuando hace circular el balón de tres cuartos hacia adelante, como le tocó hacer cuando Ramírez vio la roja. Con la colaboración del eficaz Olmedo –la pelota siempre en los pies de un jugador de camiseta azul– y el despliegue de Villar, aun pateando mal un penal y pegándole aún peor tras el rechazo de Monzón (aunque con mayor fortuna, para señalar el único gol visitante del domingo), el colombiano sobresale en una formación en la que todos sus integrantes, del medio hacia arriba, despliegan argumentos para jugar. Sólo por esa razón Godoy Cruz es, si no el mejor club de la Argentina, más equipo que Huracán. Con un hombre menos, siempre creó más peligro que el local, más vistoso, claro y con la pausa del equilibrio justa; con once durante los 90 minutos, el resultado habría sido, indudablemente, distinto.

Sigamos con Brindisi: “Es uno de los equipos que mejor juega y además lo hace de memoria. Se quedó con diez hombres y siguió como si tuviera doce. Sabe muy bien a qué juega y que puede ganar de esa manera, y ésa no es una diferencia menor”. Invicto como visitante (no es un dato menor, aunque venía de perder con Tigre como local), está a la expectativa, a cinco puntos de Vélez. Sin traiciones, lo que es más llamativo.