Lunes, 2 de abril de 2012 | Hoy
AUTOMOVILISMO Y MOTORES › ACELERANDO ENTRE EL CABILDO, LA ROSADA, LA PLAZA Y EL OBELISCO
Por Juan José Panno
Carreras son carreras; pero pocas carreras con historia como la del SúperTC2000 en pleno domingo porteño, en el corazón de la Buenos Aires querida, con los motores rugiendo, las promotoras maullando, los chiveros balando desde el micrófono y los funcionarios ladrando la felicidad de informar que cientos, miles, millones, trillones de personas son testigos directos del magno acontecimiento.
Y no exageran porque, con un poco de buena memoria y otro poco de imaginación, se puede ver y sentir cómo los autos van esquivando, en sus locas carreras a más de 200 km/h, hitos, personajes, mitos, leyendas y multitudes de ayer y de hoy. Pasan los Peugeot, los Toyota, los Chevrolet por el Cabildo y los pilotos apenas alcanzan a ver a French y Beruti que reparten escarapelas (que no son amarillas ni nada de eso), mientras el pueblo quiere saber de qué se trata y pregunta. Pregunta por el virrey Cisneros, pregunta de qué lado está Cornelio Saavedra, pregunta por el subterráneo devuelto, las importaciones que les importan a los dueños de las editoriales, las novedades del Código Civil, la inseguridad, la manipulación de la prensa, la minería, la caja chica, los votos, los vetos y la caja grande.
Van por la 9 de Julio en contramano y desde arriba, desde el Ministerio de Obras Públicas, Evita los mira canchera y sonríe con cierto sarcasmo. Llegan al Obelisco y hay que reducir la velocidad porque hay montonazos de hinchas futboleros celebrando campeonatos mundiales y Copas Libertadores, mientras Herminio Iglesias se dispone a quemar el cajón que sellara la victoria de Alfonsín padre y Baldomero Fernández Moreno se pregunta desde el soneto “¿Dónde tenía la ciudad guardada, esta espada de plata refulgente, desenvainada repentinamente?”.
Giran los Fiat, los Ford, los Honda y hay onda verde para que recorran más de tres kilómetros en cada vuelta sin piquetes, sin malabaristas en los semáforos, sin chasquis, sin diabólicos Falcon verdes, ni policías metropolitanos labrando actas de infracción. Todo es buena onda, en realidad. Globos amarillos que te venden inclusión, carteles que venden candidatos a futuro, público de los sectores VIP que se creen eso de ser VIP.
Los autos dan vuelta por la Plaza de Mayo, pero los pilotos no se dan cuenta de que al pasar por ahí hay que sacarse los cascos y saludar a las Madres de Plaza de Mayo, que hace mucho que vienen dando vueltas, dejando una marca indeleble en la historia argentina. Mira la carrera Alfonsín desde los balcones de la Rosada y dice que la casa está en orden, mientras los milicos se van, se van y nunca volverán, y De la Rúa se toma el piróscafo. Están todos mezclados: Perón del cinco por uno, el de los imberbes, el que se lleva en los oídos la música más maravillosa (que no es la de los motores). Todos, Galtieri antes de Malvinas, Videla después de Mundial ’78, Menem con Maradona, Néstor con Cristina y las Madres. No están los Montoneros porque abandonaron la Plaza; están sangrantes, impotentes, las víctimas de la trágica represión de diciembre de 2001 y están; pero quisieran no haber estado nunca los que fueron a la Plaza a vivar la recuperación de las Malvinas en el ’82.
La carrera presidencial de Macri recién empieza, pero la del Súper TC 2000 termina. El jefe de Gobierno sabe que ya todo es historia. Y habla distendido. Por una vez no necesita de asesores que le soplen al oído. El marco de los autos lo inspira para la autorreferencia, el automatismo y el autobombo.
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