Eran las 12.15 cuando los TC 2000 encaraban por segunda vez la subida rumbo a la Diagonal Norte, en plena Plaza de la República, y el Renault Fluence del pampeano Agustín Calamari recibió un toque de atrás. El coche derrapó, siguió avanzando de cola y así pegó con dureza contra un bloque de concreto de los que delimitaban la pista, curiosamente justo al pie de una de las dos tribunas que había comprado la marca francesa. El auto rebotó, voló por el aire y aterrizó semidestruido del otro lado de la calle, casi sobre la isleta en la que descansa el Obelisco. El bloque se movió apenas unos centímetros, y los hinchas aplaudieron la existencia del corredor de cuatro metros entre las vallas y la pista, que los puso a resguardo. Calamari descendió del auto sin problemas y se ganó algunos aplausos adicionales, la grúa acomodó el bloque en su posición, bajo la mirada del español Carlos Bertrand, inspector de seguridad de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), presente en la carrera. El operativo para volver a poner la pista en condiciones tardó 20 minutos. Por fortuna no hubo que apelar a algo similar durante la carrera de Súper TC 2000.