Usted reivindica un modelo de dirigente que parecía en extinción como lo fue el de Pedro Bidegain. ¿Se puede gestionar un club sin dinero?

–Yo trabajo en la municipalidad de Buenos Aires y tengo un sueldo de 6000 pesos. Fui comerciante y me fundí con Menem, también fui taxista... Yo creo que en el fútbol hay una gran mentira, que es que los dirigentes ponen plata. Los clubes están todos fundidos, ¿dónde está la plata que pusieron? Nunca entró tanta plata en el fútbol como en los últimos 20 años. Entonces a mí me parece que más que poner, se la llevan. Si ponen plata es para solucionar problemas financieros, no para arreglar los vidrios o para comprar una red para la cancha de tenis. Y mirá que yo lo respeto a Lammens; es un chico del barrio que comparte muchos valores que tiene la Subcomisión del Hincha. Siempre digo que hay una disciplina que nunca se hizo en el club, que es el paracaidismo, y que los dirigentes la conocen bien.

–En un momento se habló de unidad. Pero yo no creo en las unidades de cúpulas. Creo en la unidad de las bases, en las unidades populares. Las alianzas de cúpulas no existen. Yo quiero ver los números, pero no me los muestran. Y al hincha común tampoco. La forma de cambiar un club es con la participación de los socios. Me siento heredero de Bidegain, por supuesto, y del último buen presidente de San Lorenzo, que fue Enrique Pinto (1945), y sabés qué era lo que decía, que “San Lorenzo era el resultante del esfuerzo de sus socios”. Y no hay otra. Los tiempos cambiaron, pero para mí los valores son los mismos.