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Fueron veinte mil los hinchas de River que vivieron en Japón la final del Mundial de Clubes ante Barcelona, pero hubo varios más que lo hicieron a la distancia, congregados en la confitería y el microestadio del Monumental (ambientados para la ocasión).
Hasta las instalaciones de Núñez llegaron unos tres mil fanáticos (repartidos entre el microestadio de básquetbol y la confitería La Máquina), quienes transitaron un camino emocional que fue de la ilusión en la previa y en el arranque del partido a la desesperanza una vez consumado el 3-0 en contra.
Cuando las dos pantallas gigantes del microestadio proyectaron la salida de los equipos, los hinchas hicieron una suelta de papeles, como si estuvieran en el Yokohama International Stadium. Ese aliento fue creciente en los minutos iniciales, mientras River sorprendía con su planteo.
La expectativa continuó creciendo hasta el gol de Lionel Messi, en una juga+da que todos los hinchas reclamaron por supuesta mano del rosarino. A partir de entonces, los insultos al árbitro iraní Alizera Faghani se transformaron en una constante.
La bronca por esa acción polémica mutó con el correr de los minutos y se convirtió en desazón en la medida en que los españoles pudieron concretar una supremacía evidente ya en el segundo tiempo. La muestra más clara de ello fue la salida de algunos simpatizantes cuando el uruguayo Luis Suárez sentenció el marcador con el 3-0, a los 23 minutos del segundo tiempo.
Sólo hubo lugar para el reconocimiento a Javier Mascherano, cuando fue reemplazado. Las intervenciones de Messi recibieron absoluta indiferencia y las de Neymar, que por momentos se excedió en la gambeta, fueron reprobadas con silbidos.
El desenlace de la final fue seguido en silencio por la multitud y en la despedida, como reivindicación por todo lo vivido en el año, los hinchas de River volvieron a acordarse de Boca: “Borombombón, borombombón, el que no salta, abandonó...”.
Como ocurrió en el Monumental, hubo otros muchos fanáticos de River que madrugaron para seguir el partido en confiterías y bares del centro porteño. Algunos de ellos, concluido el encuentro con el triunfo del equipo español, dejaron de lado su tristeza y se acercaron al Obelisco con sus banderas y camisetas para agradecer lo conseguido por Marcelo Gallardo y sus dirigidos entre fines de 2014 y el primer semestre de este año.
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