POESíA Y VIDA
El día de un poeta
Arturo Carrera ha publicado dos nuevos libros, Carpe Diem y Potlatch (anticipado hace pocas semanas por Radarlibros). Separadamente, cada uno de ellos enriquece la literatura argentina contemporánea. Considerados en conjunto, constituyen un acontecimiento.
por Ariel Schettini
Es notable cómo Arturo Carrera pasa de un libro al otro dándonos la oportunidad de mirar en la vida de un poeta como si ésta fuera un diagrama de flujo. En sus primeras obras (Escrito con un nictógrafo, La partera canta) era un poeta del espacio, del cosmos, y del poema como tela de un pintor que podía “hacer ver” la poesía sobre la página. Ahora es más bien un narrador, un novelista del tiempo mínimo. Entre el pintor y el novelista, Carrera fue astrónomo, meteorólogo en La banda oscura de Alejandro, entomólogo en el descubrimiento de la “poesía de los grillos” y maestro de kindergarten en Children’s Corner. Algunos rasgos de su obra, de todos modos, persisten.
La obsesión por la dinámica familiar y sus intercambios genéticos, afectuosos y económicos es una de las constantes desde Arturo y yo. La necesidad de nombrar a la poesía como el lugar de conocimiento y comprensión del mundo por excelencia es otro de los distintivos que aparece de modo insistente. Pero es sobre todo un ritmo que está entre la tersura ideal del verso clásico, la palabra inesperadamente coloquial, y el modo persistentemente vanguardista de su escritura lo que lo vuelve inconfundible, absolutamente personal y cada vez más importante y necesario. No es casual que su obra sea la referencia de casi todos los poetas jóvenes y que adquiera, sobre ellos, el peso de una “influencia”.
En este último tiempo salieron dos libros de Arturo Carrera: Carpe Diem (El Fulgor/Poesía), publicado en México y Potlatch (Interzona), en Argentina. Carpe Diem es una colección de poemas -.todos titulados “Carpe Diem”– que recrean el significado verdadero de la figura poética: narrar el transcurso de un día vivido como una experiencia estética. De allí que sea posible que la experiencia de ver un cuadro de Corot pueda ser asimilada a la de ver un arco iris. El Carpe Diem obliga a vivir el día en cada uno de sus detalles porque la vida no es sucesión sino construcción infinitesimal de cada instante. Decir que se trata de un libro de detalles sería asignarle un mundo (una obra general) a la vida, que los textos de Carrera nunca afirman ni niegan. En el posfacio, escrito por César Aira, se lee: “Las preguntas en la poesía de Carrera nunca se responden con un ‘sí’ o con un ‘no’. Es como si hubiera descubierto que la afirmación y la negación no hacen más que complicar las cosas”.
Potlatch vuelve sobre un tema recurrente de la obra de Carrera: la infancia, los niños que nunca aparecen infantilizados ni artificialmente ennoblecidos. Muy por el contrario, son los niños de la avaricia salvaje, el pecado y el miedo. La palabra del título nombra (de acuerdo con la antropología de Mauss y Bataille) la acción ritualizada y tribal del gasto y de la entrega gratuita. En el universo de Arturo Carrera sirve para reunir todas las acciones que anudan los lazos familiares mediante el dinero.
Familia y dinero son las palabras que asocian los poemas en los que aparece la memoria puntual, nítida y cándida del poeta, que recuerda la relación entre la ostia de la comunión y las funciones digestivas que sobrevienen al comer “el cuerpo del otro”, como en una tribu salvaje.
El libro es una colección de figuras del dinero en la que también aparece el Río de la Plata como el espacio de la muerte, el terror y el “gasto inútil” de los cuerpos que se tragó el río. Pero también el libro es una construcción estética de la moneda que elabora desde una perspectiva “poética” el fetichismo de la mercancía marxista representado en el “asco” que provoca el billete o la moneda: dos objetos colmados de esteticismo en sus retratos, paisajes, viñetas y enseñanzas.
Muchos de los poemas rememoran el tiempo infantil del ahorro y de la codicia infantil que fortalece el espíritu de los niños en el ahorro y sus instituciones: la Caja de Ahorro, la colección de estampillas y figuritas.Todo un mundo de la vida cotidiana que une el paraíso perdido de la abundancia material al tiempo perdido de la pobreza y de la memoria. El dinero en ese mundo familiar es también un ritmo que cuenta el tiempo, lo escande y le da un sentido.
Por otra parte, el libro es un recorrido por los lugares de cruce entre infancia, familia y creación de capital infantil: los momentos de la infancia en los que se acrecienta el capital y se invierte en un improbable futuro. Papá Noel, Los Reyes Magos, El Ratón Pérez, Los ñoquis del 29, el vuelto del kiosco.
Es como si el poeta se preguntara por esos lugares en los que el dinero parece que se uniera a la magia y al punto más álgido del egoísmo humano. Arturo Carrera nos guía por esa “época dorada” para mostrarnos que detrás del oro de la memoria se agazapa el vil metal y los lazos perversos que construye la infancia. Es el tiempo del origen de la creencia, de la credulidad y finalmente del escepticismo y de la desilusión.
En el poema “Títere de la moneda”, Arturo Carrera condensa, como lo hace con cualquier objeto sobre el que pone la mirada, toda la estética del libro Potlatch y de una generación de escritores argentinos con los que su obra vive en constante diálogo: Aira, Lamborghini, etc...
Un niño llama a la casa para mendigar y el poeta le presenta la moneda enguantado en un títere benéfico: le da al mismo tiempo la moneda que pedía y algo más, una sonrisa. Pero el acto es del todo egoísta, dice el poeta: “Por suerte no soy yo”. El azar lo coloca en el lugar en el que tiene que organizar una representación para dominar la culpa, pero también es una imagen mínima de todo acto caritativo: la construcción de un personaje de “bondad” y, al mismo tiempo, es una evasión de la responsabilidad que infantiliza la acción, la quita de contexto y la vuelve pueril. Ahora la Argentina, en ese instante, es el país de la representación y ese intercambio único es la regla y la ley para todo intercambio posible. En ese “instante sin rencor”, Arturo Carrera nos dice en qué medida su obra piensa en pequeñas situaciones todo el universo y hasta qué punto esa reflexión es compleja. La dinámica de las clases enfrentadas no es sólo salvada por la moneda (otra representación) sino, mucho más importante, superada porque los personajes pueden construir un teatro “cómodo” para ellos: un títere y su público, un mundo de “amor sin culpa ni reproche”.
No se trata de que el instante sea una fragmentación de la complejidad, para volverla comprensible, sino todo lo contrario: es la mirada poética la que vuelve cada intervalo un crisol de actitudes, gestos y acciones que permiten entender, finalmente, el paisaje general.
Carpe Diem y Potlatch son dos libros únicos. No sólo porque se tratan de la invitación a recorren un nuevo momento en la obra de Arturo Carrera, algo siempre significativo para quien se interese por el lugar de la poesía en la literatura argentina. Son también dos libros en los que se puede indagar el valor de un día, pero también averiguar mediante la poesía acerca de eso que no tiene precio: la vida.