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Domingo, 8 de agosto de 2004

ANTICIPO

Toda una fiesta

País que fue será es el título del último libro de poemas de Juan Gelman que recopila poemas escritos durante 2001 y 2002 en México. Anticipamos a continuación algunos de esos textos, en los que el preciso alambique poético de Gelman ha destilado su poesía hasta más allá del límite en el que nos habíamos acostumbrado a leerlo. Como a los grandes poetas, a Gelman le bastan unas pocas palabras para interrogar el mundo y postular la poesía como interrogación pura (no es casual que muchos de los poemas reunidos en este libro planteen preguntas). Acompañamos esos poemas con un fragmento de John Berger, tomado de su excepcional ensayo sobre Frida Kahlo.

por John Berger

La mayor parte de la poesía de Gelman fue escrita en el exilio en las décadas de 1970 y 1980, y la mayoría trata de los compañeros, unos compañeros entre los cuales se incluyen su hijo y su nuera, a quienes la Junta hizo desaparecer. Es una poesía en la que los mártires regresan y comparten el dolor de quienes los lloran. Su tiempo está fuera del tiempo, en un lugar donde los dolores se encuentran y bailan, y quienes sufren conciertan sus citas con lo que han perdido. El futuro y el pasado están excluidos de ella, por absurdos; sólo está el presente, sólo la inmensa modestia del presente que lo afirma todo, salvo las mentiras.
Los versos en los poemas de Gelman suelen estar puntuados con barras, que de alguna manera recuerdan el ritmo del tango. Pero las barras marcan también unos silencios que niegan la entrada a toda mentira (son la antítesis visible de la censura, que se impone invariablemente a fin de defender un sistema de mentiras). Sirven para recordar lo que descubre el dolor y ni siquiera el dolor puede decir.

(tomado de El tamaño de una bolsa)

 

El retrato

La risa que pasó en coche
deja huellas en
la mujer de la foto.
Se encienden los brazos
de Josefina, tan pobre como usted.
Está sola
en palabras que no quieren hablar.
Algo crece en sus dedos y el blanco
de sus ojos perdidos parece
drama de cabaré.
¿Y esto que gira, esta
sangre que no se termina de secar
entre lo separado? ¿Los pájaros
que cantan cuándo?


¿A quién?

Estoy de pie en el día que arde y
veo tu rostro al fondo.
¿A quién amas ahora que amaste?
A veces
volvés en una foto angosta
y repaso cómo soñabas
en los fierros de la compasión.
No sé llegar a la isla
del tamaño de tus cenizas.
La muerte sin avisar no tiene
la protección que
se hace con lágrimas.
Cruza la noche y
apaga rostros.


Ojalá

¿Qué vida había
en la suavidad de
tu mano sobre
trabajos del pasado?
Es lo que sangra, son
los dedos de tu levedad
en la noche que nos entrega
a nosotros mismos.
La mañana desata a la ciudad,
nuestra vez se disuelve.
¡Ojalá siempre seas,
ojo que mira el
fuego que cae de lo alto, el borde
al que tu llanto asoma!


País

Cuando el dolor se parece a un país
se parece a mi país. Los
sin nada se envuelven con
un pájaro humilde que
no tiene método.
Un niño raya con la uña
lluvias que no cesan.
Está desnudo en lo que va a venir.
Una ilusión canta a medias
un canto que hace mal.


Desaparecidos

La dispersión del jazmín
llena el cuarto
cercado por la mañana.
Han desaparecido los barcos
que navegó mi juventud en
un vacío incesante. Ahí se hunden,
rozan el luto sucio
de una lengua cortada.
La memoria es una cajita
que revuelvo sin solución. No encuentro
umbrales. ¿Es
una forma de la emoción?
A medias sola, odiada,
prospera su ira de fuego.


Qué

A Francisco Hernández

En la cara que tiembla en
la tristeza de la poesía hay
el deseo de que sea feliz,
ella.
¿Qué otra felicidad importa?
El aire alrededor mal encendido
no tiene lengua
y se comprende qué es:
esta mesa, el árbol, la verdad
de un intervalo humilde, eso
que el lado izquierdo deja pasar.
La belleza del mundo
es otro fantasma del mundo
con rápidas ventanas
a las que se asoma, no yo.
Hay extraños del otro lado.


Iraq/ 2003

Brillan ojos ciegos de fracaso
entre el perseguido
y el perseguidor.
Un ruido baja de la lengua torpe,
palabras, palabras, hace falta
un mínimo de ninguna explicación que
desaloje fantasmas de la noche. ¿Quién
los llamó? ¿La búsqueda
de la verdad siempre es tristeza?
¿Y los niños, los locos, los casi nunca, los
que van a no fueron y pasan
bajo un cielo al revés?
Los días alteran el paisaje,
hay infiernitos que
ni saben calentar.
Los párpados mudos,
el consuelo de un dedo con un pájaro,
los errores raídos, caen
de su reflejo al corazón.
Corazón es una palabra que puede cesar.
Un tigre raspa la postergación.
Ahora que el ciego mira
la sombra más chica es eterna.

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